Se me propone
la descabellada idea de matar, literariamente, se entiende, a un tertuliano. No
oculto que en más de una ocasión no haya sentido deseos de liquidar a más de
uno de los pertenecientes a ese gremio. De hecho, hace ya tiempo que he
liquidado a todos los tertulianos radiofónicos y televisivos. Simplemente, no
los sintonizo, tal es el furor que me producen su verborrea empalagosa, sus
argumentos carentes de rigor, sus medias verdades, su discurso políticamente
correcto... Parece como si sólo se escuchasen a sí mismos. Hay algunos que son
verdaderos terroristas informativos.
Sin embargo,
en esta ocasión se trata de Curto, un compañero de la tertulia literaria,
Puntos Subversivos, de los miércoles. ¿Cómo voy a hacer tamaño disparate? En
primer lugar, perderíamos a uno de los mejores redactores del grupo y en
segundo lugar, nos quedaríamos sin un compañero amable y discreto.
No, decididamente, no voy a matarlo.
Gijón, 6-7-2003
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