No es más que una coincidencia
en el tiempo, pero no por ello deja de llamar la atención la radical disparidad
entre los motivos que llevan a tomar las calles a dos colectivos de jóvenes:
los franceses y los españoles. Los primeros para protestar por una ley que, muy
en la línea de los nuevos tiempos, pretende flexibilizar aún más el mercado
laboral (eufemismo con el que se disimula la creciente precariedad en el empleo).
Los españoles para competir entre ciudades a fin de ver cuál es capaz de reunir
más gente dándole al botellón. Como si en España estuviesen libres del
problemático futuro que les aguarda.
La conclusión que se saca
coincide con lo que la realidad española viene mostrando desde hace tiempo: el
pasotismo de la sociedad respecto a la política, sobre todo entre los más
jóvenes.
Pero, ¿esto es malo o es bueno?
Según se mire. Para la España
conservadora es positivo, pues aún sigue mirando la política con recelo y,
además, pretende que nada cambie. Es desfavorable para la España progresista que,
disconforme con el estado actual de la sociedad, desea cambiarla por la vía de
la política.
En todo caso, este fenómeno
debería ser un aldabonazo en la conciencia de la clase política en general. El
futuro que nos aguarda con una sociedad tan alejada de los problemas públicos
no es muy halagüeño.
Gijón, 1-4-2006
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