El 14 de abril se celebra el 75
aniversario de la proclamación de la II República , una fecha que es obligado recordar
porque representa un hito en la historia de España. Pocos momentos históricos
han concitado en torno suyo tantas esperanzas, ilusiones y voluntades de cambio
por parte de lo mejor del pueblo español. ¿El motivo? España tenía la
oportunidad de formar parte de la
Europa democrática y progresista. Con años, siglos incluso
(Inglaterra estableció el sistema parlamentario en el siglo XVII), nuestro país
estaba a punto de superar el antiguo régimen.
Ya desde los primeros momentos
de la andadura republicana se vieron las enormes dificultades a las que debía
enfrentarse: la existencia de simétricos extremismos de derechas e izquierdas y
una grave crisis económica. Finalmente el golpe mortal vino de la mano de las
fuerzas reaccionarias constituidas por la clase poderosa y el fanatismo
religioso que temían perder sus seculares privilegios. El instrumento del que
se valieron para dar el golpe de Estado fue, como se sabe, el ejército.
Las consecuencias de la
sublevación son de sobra conocidas: una atroz guerra civil que duró tres años
que supuso, probablemente, la experiencia más dramática de la historia de
España y una no menos cruel posguerra caracterizada por el ensañamiento con los
vencidos que duró hasta la muerte del dictador: casi cuarenta años.
La democracia se impuso al fin,
con carácter esta vez definitivo, en 1978 con la aprobación de la Constitución
española, pero a cambio de un alto precio: el olvido de las atrocidades del
anterior régimen y, de paso, de la experiencia republicana. Es por ello que ha
llegado la hora de recuperar esa memoria histórica imprescindible, no para
renovar odios como dicen los malintencionados, sino porque, para entender el
presente y proyectar el futuro, hay que conocer el pasado.
Gijón, 6-4-2006
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