La beatificación de más de 500 mártires del bando ganador en la Guerra Civil española pone en evidencia con toda crudeza la vergonzosa situación en la que se encuentran los otros mártires, los del bando perdedor. Se cuentan por miles los otros españoles que aún permanecen enterrados en fosas anónimas, que no sólo han perdido la vida por ser leales a la República y defender la democracia, la libertad y el progreso, sino que además han sido despojados del honor y la dignidad a la que son acreedores. La infamia resulta incomprensible si se tiene en cuenta que han pasado más de 35 años desde la muerte del dictador y desde la caída del régimen responsable de tal situación. Creo que este hecho pone de manifiesto una de las causas, quizá la más determinante, de por qué las expectativas que se crearon con la llegada de la democracia se vieron frustradas. Se puede aplicar aquí la célebre frase de Lampedusa: "Es necesario que algo cambie, para que todo siga igual". Se confirma así la denuncia de los indignados: "Lo llaman democracia y no lo es".
Gijón, 25-10-2013
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