El presidente de la patronal,
CEOE, Gerardo Díaz Ferrán pidió más respeto para los empresarios, en respuesta,
al parecer, de unas declaraciones del presidente del Gobierno. Está en su
derecho pedirlo, pero debe saber que, para que le respeten a uno, debe hacerse
respetar previamente, respetando a su vez a los demás. Y no parece que los
empresarios respeten mucho a los trabajadores. Aprovechan la crisis económica
para exigir una reforma laboral que consiste, entre otras cosas, en
flexibilizar el trabajo, eufemismo que oculta el verdadero significado de lo que
pretenden: precarizar aún más el mercado laboral. Actualmente, uno de cada tres
trabajadores tiene un contrato basura, pero los empresarios quieren aumentar el
porcentaje. Este modelo de contratación impone al trabajador unas condiciones
leoninas, impidiéndole además ejercer el derecho reconocido de participar en la
empresa mediante la acción sindical. A todas estas, los empresarios mantienen
sus contratos blindados.
Así las cosas, no es de extrañar
que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Dicho
en términos más concretos: un director ejecutivo medio gana hoy 364 veces más
que un empleado medio, cuando hace 40 años apenas llegaba a 20 veces más.
Se debe hacer, efectivamente,
una reforma laboral, pero en sentido opuesto. En sentido de modificar el actual
sistema de producción, dándole al trabajador más protagonismo para poder
equilibrar el poder de los empresarios e invirtiendo la valoración que se hace
actualmente entre trabajo y especulación financiera. No hay que olvidar que la
crisis fue originada por el egoísmo y la ambición desenfrenada de los
especuladores financieros, no sometidos a control alguno.
Lamentablemente, apenas se oyen
voces reclamando este tipo de reformas.
Gijón, 23-9-2009
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