martes, 12 de agosto de 2014

El problema de la enseñanza


Hace unos días hemos asistido una vez más a un nuevo guirigay mediático protagonizado por nuestros políticos. Me refiero al nombramiento del nuevo director del Instituto de la Universidad Laboral. No voy a entra a analizar si hubo o no motivos para el escándalo (posiblemente sí), porque creo que este caso concreto no es, en estos momentos, el objeto sobre el cual hay que centrar la atención.
El problema de la Enseñanza (que se concreta en la existencia actual de dos leyes LOCE y LOGSE, ambas con grandes deficiencias) ha sido muy bien planteado por Zapatero: establecer un periodo de tiempo para el estudio y aprobación, por consenso, de una nueva ley de Educación que corrija los errores de las anteriores. Consecuentemente, lo que deben hacer los políticos es iniciar sin más pérdida de tiempo los debates para detectar y corregir las chapuzas que se están produciendo.
Porque las anomalías en la Enseñanza están generalizadas. Una, que, al parecer, pasa desapercibida a nuestros políticos, son los exámenes extraordinarios celebrados en junio. Más de 80 suspensos han pasado a aprobados en el centro donde estudian mis hijos. ¿Es posible aprender en 10 días todo lo enseñado en 9 meses? El sentido común nos dice que una de las dos calificaciones no se corresponde a la realidad. Eso equivale a sortear el aprobado o el suspenso como si de una tómbola se tratase.
¿Ha de entrar la Iglesia Católica en nuestros colegios a adoctrinar a los estudiantes para que sean coherentes con el Dogma? ¿Les enseñaremos el bable y demás peculiaridades regionales para estimular los sentimientos nacionaliegos? ¿O les inculcaremos conocimientos que les permitan ejercer el día de mañana como ciudadanos libres, es decir, con capacidad de entender por sí mismos la realidad? Sobre eso y no otra cosa hay que debatir ahora.


                                                              Gijón, 1-7-2004

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