Hace unos días hemos asistido
una vez más a un nuevo guirigay mediático protagonizado por nuestros políticos.
Me refiero al nombramiento del nuevo director del Instituto de la Universidad Laboral.
No voy a entra a analizar si hubo o no motivos para el escándalo (posiblemente
sí), porque creo que este caso concreto no es, en estos momentos, el objeto sobre
el cual hay que centrar la atención.
El problema de la Enseñanza (que se
concreta en la existencia actual de dos leyes LOCE y LOGSE, ambas con grandes
deficiencias) ha sido muy bien planteado por Zapatero: establecer un periodo de
tiempo para el estudio y aprobación, por consenso, de una nueva ley de
Educación que corrija los errores de las anteriores. Consecuentemente, lo que
deben hacer los políticos es iniciar sin más pérdida de tiempo los debates para
detectar y corregir las chapuzas que se están produciendo.
Porque las anomalías en la Enseñanza están
generalizadas. Una, que, al parecer, pasa desapercibida a nuestros políticos,
son los exámenes extraordinarios celebrados en junio. Más de 80 suspensos han
pasado a aprobados en el centro donde estudian mis hijos. ¿Es posible aprender
en 10 días todo lo enseñado en 9 meses? El sentido común nos dice que una de
las dos calificaciones no se corresponde a la realidad. Eso equivale a sortear
el aprobado o el suspenso como si de una tómbola se tratase.
¿Ha de entrar la Iglesia Católica
en nuestros colegios a adoctrinar a los estudiantes para que sean coherentes
con el Dogma? ¿Les enseñaremos el bable y demás peculiaridades regionales para
estimular los sentimientos nacionaliegos? ¿O les inculcaremos conocimientos que
les permitan ejercer el día de mañana como ciudadanos libres, es decir, con
capacidad de entender por sí mismos la realidad? Sobre eso y no otra cosa hay
que debatir ahora.
Gijón, 1-7-2004
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