sábado, 9 de agosto de 2014

Libertad de expresión


La carta aparecida en este periódico con fecha 22 de febrero bajo el título ‘Crítica en una dirección’ creo que ilustra con claridad la ofensiva involucionista que, en mi opinión, se está produciendo en este país de un tiempo a esta parte. Concretamente, desde que el PP gobernó con mayoría absoluta.
Así, su autor parece erigirse en guardián de la ortodoxia de este periódico y, en nombre propio y en el de otros a los que hace referencia como amigos y conocidos de tertulias, denuncia que ‘su’ periódico de toda la vida está dominado por, textualmente, “columnistas y firmantes de la sección ‘Cartas al Director’ cuya crítica va dirigida siempre a los mismos destinatarios: la oposición o, para variar, la Iglesia católica”.
El firmante de la carta muestra su deseo de no aparecer como políticamente incorrecto. Pero la incorrección a la que alude no es tanto política como democrática. Resulta incorrecto solicitar al director de este periódico la censura de opiniones que no coincidan con determinado lector o grupo de lectores por muy asiduos que se declaren del mismo. Incluso desde el simple sentido común resulta incorrecto pretender dictar a otros lo que tienen que criticar, en este caso los errores del actual Gobierno y el peligro inminente de la implantación en nuestro país de células radicales islámicas.
Es evidente que no tenemos todos las mismas sensibilidades ni percibimos los mismos peligros. Para mí, uno de los mayores peligros es que los deseos del autor de la comentada carta se conviertan en realidad y se impida la libertad de expresión. Particularmente soy sensible a este hecho porque he vivido los tiempos tenebrosos de España en los que sólo un determinado sector de la sociedad tenía el monopolio de la palabra. Por cierto, la Iglesia católica formaba parte destacada de ese sector.


                                              Gijón, 23-2-2007

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