martes, 12 de agosto de 2014

Las fronteras de Ceuta y Melilla


Los potentes focos de los medios de comunicación iluminan estos días la doble valla de seis metros de altura, coronada de alambre de espino, que rodea las ciudades de Ceuta y Melilla y nos ofrecen el dantesco espectáculo de miles de seres humanos que, sirviéndose de medios rudimentarios (escaleras de palos y cuerdas, guantes y ropa abundante) tratan de franquearlas mediante asaltos masivos en medio de la persecución, apaleamientos y disparos de los guardias que, bien equipados, les acechan a ambos lados de la frontera.
Tal vez, estas escenas, por su dureza y proximidad, sacudan nuestras conciencias de ciudadanos pequeño-burgueses, cómodamente instalados en las sociedades del primer mundo y, posiblemente, durante algunos días sean objeto de conversación en nuestras tertulias. Los políticos de la oposición aprovecharán la situación para desprestigiar, una vez más, al Gobierno, y éste tratará de aplicar medidas para acabar con el problema.
Sin embargo, parece que no nos percatamos de que este lamentable hecho es una manera más que tiene de manifestarse una realidad que permanece más o menos oculta, pero que condiciona, y condicionará cada vez más en el futuro, a la humanidad. Me refiero a las tremendas y crecientes desigualdades que, en la distribución de la riqueza, se producen en el mundo.
En todo caso, muy pocos, si acaso algún intelectual o grupos minoritarios, se plantean como objetivo prioritario acabar con esas desigualdades. Desde luego, ni los Gobiernos, ni los partidos políticos, ni las mayorías de los ciudadanos del primer mundo tienen entre sus intenciones inmediatas abordar este asunto, tal es el egoísmo sobre el que está asentada nuestra pretendida superior civilización. 


                                                       Gijón, 9-10-2005 

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