Estoy seguro que son muchos los
gijoneses que, sin haber tenido una relación personal con el ex alcalde José
Manuel Palacio, recientemente fallecido, hemos sentido intensamente su muerte.
Efectivamente, tal como destacan
los colaboradores de su etapa activa como político y sus amistades, existe el
sentimiento generalizado entre los gijoneses de que José Manuel Palacio era una
persona íntegra, austera, fiel a sus ideas socialistas y con un sentido de la
política que se caracterizaba por considerar que ésta debía ejercerse como un
servicio al pueblo y no como una manera de enriquecerse o encumbrarse
socialmente, lo que, seguramente, tuvo algo que ver con su salida prematura de
la vida pública.
Entre las unánimes alabanzas que
sobre su persona se publicaron en la prensa con motivo de su muerte, aparecen
algunas de las posibles razones que habrían justificado en su día la decisión
de su partido de entonces, el PSOE, de no contar con él para encabezar la
candidatura a las elecciones municipales del año 1987. Una de ellas era una
pretendida poca capacidad para comunicarse, virtud muy estimada en el mundo de
hoy en todos los ámbitos, sobre todo en el político. Pero, ante el creciente
distanciamiento que hay actualmente entre la clase política y la sociedad, uno
no puede menos que preguntarse: ¿capacidad comunicativa para qué?
Creo que José Manuel Palacio sí
comunicaba. Comunicaba con los ciudadanos a los que consideraba los verdaderos
protagonistas de la política, de tal manera que si los valores que representaba
hubiesen prevalecido, la sociedad actual sería bastante más democrática y, por
lo tanto, mejor.
Gijón, 1-10-2005
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