lunes, 4 de agosto de 2014

La sombra de Franco es alargada


Y es que el franquismo está vivo. Los que lo hemos conocido estamos en condiciones de percibirlo. Nunca desapareció del todo, pero con la llegada al poder de la derecha con mayoría absoluta, bajo el pretexto de sacarnos de la crisis económica, la ideología franquista se materializa en leyes retrógradas que castigan a los más débiles. La lista de este tipo de medidas resulta prolija; señalo algunas.
La Ley de Seguridad Ciudadana, inspirada en la Ley de Vagos y Maleantes franquista; la reforma laboral que amenaza a los ya debilitados sindicatos y deja al obrero aún más indefenso ante el patrono; los recortes en sanidad, educación y servicios sociales que castigan a los más pobres; la congelación de las pensiones y del salario mínimo en detrimento de los más necesitados; la amnistía fiscal para los ricos que defraudaron a Hacienda; la derogación de la Ley de la Memoria Histórica que perpetúa la  amnesia de los crímenes franquistas; la supresión de la Educación para la Ciudadanía que aleja a los futuros ciudadanos de los valores democráticos; la nueva Ley de Educación que perjudica a los hijos de los pobres; el aumento del protagonismo en la vida pública de la Iglesia católica, soporte moral de la ideología franquista, etcétera.
Pero donde la resurrección del franquismo se pone en evidencia sin ningún género de dudas es en el proyecto de reforma de la Ley del Aborto que penalizará a un grupo social ya de por sí doblemente castigado por tratarse de mujeres y pobres. Detrás de esta medida no hay más que prejuicios religiosos. Esta tropelía debería convertirse en un aldabonazo que sacase a esta sociedad del letargo en que cayó. Afortunadamente el pueblo, es decir, nosotros, aún mantenemos la capacidad legal para hacer uso de la soberanía que nos otorga la democracia e invertir esta peligrosa deriva a la que nos conducen los actuales gobernantes.

                                                        Gijón, 4-1-2014 


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