Los ciudadanos asistimos atónitos
a un nuevo paso en la escalada de desestabilización de la convivencia mundial.
Me refiero a las violentas y multitudinarias manifestaciones que se producen en
el mundo islámico como reacción a unas publicaciones consideradas por aquél
como provocadoras.
El hecho ha generado una riada
de opiniones de todo tipo, muchas de ellas tan disparatadas como intencionadas.
Sin embargo, el análisis del acontecimiento no parece ofrecer dudas. Que las
civilizaciones y culturas occidentales y musulmanas son diferentes es algo
obvio. Que los pueblos somos lo que somos en función de nuestra historia es
otra obviedad, y no hace falta insistir en las diferencias entre las historias
de ambos mundos. Esta diferencia se puede simplificar diciendo que el mundo del
Islam está regido por dogmas religiosos, lo que trae consigo una concepción de
la vida que lleva a diferenciar entre ‘buenos’ y ‘malos’. Los occidentales,
alcanzada ya la edad de la razón, entendemos que son las diversas
circunstancias las que condicionan los comportamientos humanos. Consecuencia de
todo ello es que a los islamistas no les queda otra salida que la ‘guerra
santa’ para cambiar la realidad, mientras que los occidentales contamos con la
política.
Vistas así las cosas, resulta
evidente el tremendo error cometido por determinados países (EE UU, Gran
Bretaña, la España
de Aznar...) que han impuesto la guerra preventiva con resultados tan
desastrosos como la invasión de Irak, basándose precisamente en el mismo
concepto de ‘buenos’ (nosotros) y ‘malos’ (ellos, el ‘eje del mal’). Resulta
evidente también que esta fatídica guerra supuso un paso más en el
enfrentamiento entre ambos mundos.
Gijón, 13-2-2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario