Hay que ser
bastante escéptico acerca de la capacidad de los políticos para corregir los
graves errores que evidencian las dos leyes de educación, LOCE y LOGSE. Por eso creo que los ciudadanos
deberíamos intentar influir, en la medida de lo posible, para que se hagan las
reformas apropiadas.
A este
respecto, me parece acertadísima la exposición que en un artículo de opinión,
publicado en este diario con fecha 23 de mayo, “Educación: la solución y el
problema”, hace José Luis Magro. Las críticas que plantea se refieren sólo a la LOGSE , pero creo que dan
todas en la diana:
1) El error que supone el sistema de evaluación
empleado que se basa en criterios subjetivos, imposibles de cuantificar
científicamente. 2) La conversión de profesores en profesionales pluriempleados
con oficios propios de psicólogos, sociólogos, animadores, prestidigitadores,
etcétera; todo menos profesores. 3) La convivencia en los centros se establece
según criterios protectores y no correctores, lo que origina un ambiente de
caos e indisciplina que da la iniciativa a minorías de alumnos sin interés por
el estudio en detrimento de los sí interesados. 4) La contradicción entre los
fines perseguidos y los medios para conseguirlos. El objetivo de formar
ciudadanos con capacidad de discernir y ordenar críticamente la información y
los conocimientos sólo se puede lograr mediante hábitos de esfuerzo, trabajo y
constancia que no se fomentan en la
LOGSE. 5) El exceso de asignaturas que se pretende aprendan
los alumnos de la ESO
(11 por curso) es contraproducente, pues según palabras del autor citado, “los
hábitos intelectuales, las estructuras lógico matemáticas y lingüísticas
requieren más horas, más dedicación y más estudio”.
Gijón, 27-5-2004
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