sábado, 9 de agosto de 2014

La necesidad de la memoria


De los argumentos que expone Juan Neira en su columna ‘Legislar sobre el pasado’ (15 del 12), oponiéndose a la Ley de la Memoria Histórica propuesta por el Gobierno, se deduce que no ha entendido el espíritu que anima esa ley. Es más, creo que distorsiona nuestra historia reciente.
La afirmación que hace sobre la responsabilidad de la clase política de la transición al no enjuiciar al anterior régimen es acertada. Atina igualmente en su valoración sobre la actitud de la izquierda de entonces de pasar página. Pero oculta que ello fue el precio que hubo que pagar para evitar que la Transición fracasase. La obligada opción por la reforma en lugar de la ruptura impidió hacer justicia a los miles de españoles que, por defender la legalidad democrática que representaba la República, fueron víctimas de la sublevación militar. Ha llegado el momento de la aplazada justicia pendiente.
Que la experiencia republicana y la guerra civil hayan quedado en manos de los historiadores me parece bien, pero convendrá el señor Neira conmigo que de poco sirve a efectos prácticos, en cuanto al desarrollo de la democracia se refiere, si ese conocimiento se queda en los libros y no se convierte en cultura popular. Ese es otro objetivo de la ley.
Yerra una vez más al afirmar que el motor de la ley es reivindicar que la II República fue un periodo más democrático y progresista que el actual. No se trata de hacer comparaciones sino de centrar el foco de atención sobre ese episodio de nuestra historia, entre otras razones porque, como el articulista muy bien dice, fue particularmente tormentoso. ¿No cree el señor Neira que para entender la endémica división entre los españoles hay que conocer, no sólo por qué fracasó la República, sino también por qué la democracia en España no se consolidó hasta la tardía fecha de 1978?
Finalmente, creo que el motor de la ley hay que buscarlo en la percepción que tenemos muchos españoles de que esta democracia es aún muy deficiente. Hemos conseguido una democracia formal, que no es poco, pero nos queda mucho que desarrollar para transformarla en real. Creo que falta mucho aún para que la sociedad española adquiera una verdadera cultura democrática. Esta ley no busca otra cosa y de que salga bien o mal nos jugamos mucho.


                                                          Gijón, 16-12-2006

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