sábado, 9 de agosto de 2014

A vueltas con la religión


Si en ‘Religión (I)’ el señor Fernández me relacionaba con el fascismo y el comunismo, en ‘Religión (II)’ rebaja la crítica y atribuye a prejuicios mi opinión sobre que no debemos confundir fe y razón, ya que, a mi entender, ambas tienen distinta naturaleza: la primera relacionada con el sentimiento y la subjetividad y la segunda con el conocimiento y la objetividad. De esta constatación deducía yo algo obvio: que la razón debe ocupar el ámbito de lo público porque existe la esperanza de que en ese campo todos podremos entendernos, condición ésta imprescindible si pretendemos convivir en paz. Por contra, en el mundo de los sentimientos (y aquí podemos incluir tanto los sentimientos religiosos como los identitarios, tan en boga últimamente), dado el carácter subjetivo de los mismos, el entendimiento es imposible.
Históricamente, al hombre le ha llevado siglos aprender esta lección. Fue en Europa y se produjo fundamentalmente en dos fases: en el Renacimiento, época en la que el foco de atención pasa de Dios al ser humano y en la Ilustración en donde la razón sustituye a la fe en las relaciones públicas. De aquí nace, precisamente, el Estado moderno, de carácter constitucional y laico. España, como se sabe, ha tenido la desgracia de ir a la cola en tales cambios y me temo que seguimos rezagados.
Respecto al papel desempeñado por la Iglesia católica en la historia de España está perfectamente documentado por lo que me remito a los libros (de los historiadores, no de los historietógrafos).
Finalmente, entiendo que el respeto que se ha de sentir por las creencias de los demás no impide la defensa del carácter laico y aconfesional con el que se deben establecer las relaciones en el ámbito de lo público, tal como define la Constitución.
                                                                  

                                                                              Gijón, 27-1-2007    

No hay comentarios:

Publicar un comentario