miércoles, 13 de agosto de 2014

La igualdad


Muchos pensadores nos advierten del error de lanzarse por el camino de los nacionalismos, sin embargo, parece que no son escuchados, porque ¿no estamos asistiendo al ya repetido enfrentamiento entre la España una, grande y libre y la España de las periferias? Una deriva que, en mi opinión, la izquierda no debería seguir, porque, además de beneficiar a la derecha (ésta sabe rentabilizar como nadie el miedo a la división de la patria), supone renunciar a los postulados básicos de su ideario.
Uno de ellos es, como se sabe, el concepto de igualdad. Digamos para simplificar que no se trata de reivindicar la igualdad material del socialismo real (la lección del fracaso soviético fue demasiado dolorosa como para repetirla), pero tampoco es la igualdad de oportunidades que predica el neoliberalismo, porque no existe tal igualdad (las diferencias entre las personas, tanto de partida, como a lo largo de la vida son enormes). Se trata, entonces, de reivindicar la igualdad tal como la concibieron los ilustrados del siglo XVIII: la igualdad asociada al concepto de ciudadano. Somos iguales en cuanto que somos ciudadanos, todos con los mismos derechos y deberes. Éste fue el fundamento de las democracias actuales y es lo que habría que desarrollar. Hay que establecer, pues, la sociedad de los ciudadanos y no la sociedad de los pueblos como proponen algunos haciendo hincapié en lo que nos diferencia, porque esa diferencia es artificial y subjetiva. Haber nacido en Asturias o en otro lugar es irrelevante; lo que nos significa es nuestra condición de ciudadanos.


                                                             Gijón, 31-01-2004

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