miércoles, 13 de agosto de 2014

La despedida de Aznar


Aznar se despide de sus amigos. Se despidió de su partido, el PP, que siempre le consideró su líder carismático; de sus amigos estadounidenses que le condecoraron y aplaudieron con entusiasmo; y, hace unos días, del Papa que le recibió en audiencia privada (la cuarta en cuatro años, creo). De todas las despedidas, ésta última podría parecer sorprendente. Lo digo porque están aún recientes las fechas en que el Papa se sumó al clamor popular que, en todo el mundo, pedía que no se llevase a cabo la guerra preventiva contra Irak. La manifestaciones estaban más que justificadas, porque, si hay que evitar por todos los medios cualquier guerra (todos los muertos en ellas son inocentes), en ésta se intuía lo que luego quedó sobradamente demostrado: no hacía falta prevenir nada porque ni había armas que nos amenazasen, ni el régimen iraquí colaboró con el terrorismo internacional (lo que sí había era lo que hay ahora: intereses económicos en juego).
Es por todo ello por lo que, desde una perspectiva de ética y coherencia elementales, resulta sorprendente la visita de Aznar al Vaticano, ya que, como se sabe (recuerden la foto de las Azores), fueron Bush, Blair y Aznar los promotores de esta guerra, en contra del criterio de la ONU y de la mayoría de los países de la UE. No pido que hubiese una condena pública del Papa por su conducta (acto totalmente inimaginable), pero pienso que bien podría el Vaticano haber evitado tal encuentro, aunque sólo fuese para disimular.


                                                      Gijón, 25-1-2004  

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