Me gustaría
hacerme eco en esta sección de un debate que tuvo lugar hace pocas fechas en El
Escorial. El objeto del mismo: la identidad de la izquierda.
El tema
debería, creo yo, despertar el interés no sólo de la gente de la izquierda,
sino de la ciudadanía en general. Los primeros, porque hace ya demasiados años
que estamos padeciendo una crisis que se traduce en una total falta de
alternativa político-económica al neoliberalismo imperante. Es más, los
partidos autodenominados socialistas o socialdemócratas han sustituido los
viejos ideales que perseguían romper o reformar el capitalismo con sus crónicas
injusticias de explotación y exclusión por la aspiración a gestionar éste. Los
segundos, los ciudadanos en general, porque hemos llegado a una situación de
vaciamiento democrático del sistema. Los Estados, los Gobiernos o los partidos
políticos escasamente defienden o representan al ciudadano de la calle, que
está abandonado cada vez más a su suerte, es decir, a la suerte del mercado.
De este, como
digo, interesante debate surgió, a modo de salida de la actual situación, una
propuesta: el republicanismo cívico. Entre sus señas de identidad están: la
defensa de la soberanía del individuo frente a las soberanías populares; la
fijación de leyes acordadas por consenso para proteger los derechos
individuales y sociales de los ciudadanos frente a la dominación económica; la
participación ciudadana en la política y su control; la promulgación de los
valores cívicos (pago de impuestos, etcétera).
Si bien el
objetivo se muestra como demasiado utópico, hay, no obstante, a criterio de los
conferenciantes motivos para la esperanza: “Hay un avance en la ciudadanía que
se manifiesta en los movimientos sociales clásicos, como el feminismo y el
ecologismo, al que ahora se suman los antiglobalización y otros. Es la
activación del republicanismo cívico”.
Gijón, 23-7-2003
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