El economista Joaquín Estefanía
expone en su libro “La mano invisible” que el neoliberalismo económico, que
sucedió al sistema de equilibrio entre bloques y se impuso en el mundo de forma
aparentemente definitiva, se caracteriza porque el poder real no reside en el
pueblo y, por delegación, en los políticos, como debería ser en los sistemas
democráticos, sino en las grandes multinacionales. Ello explica hechos
aparentemente sorprendentes como el éxito de la empresa Mittal en su intento de
fusión con Arcelor contra del criterio de políticos, sindicalistas y la mayoría
de los ciudadanos.
Pero, el verdadero problema se
da en que esta paradoja es aceptada sin reservas por la mayoría. Muy pocos se
plantean una alternativa al neoliberalismo. Sin embargo, es difícil asumir que
estamos ante el final de la historia, aunque sólo sea porque no podemos permanecer
impasibles ante hechos como la creciente desigualdad en el reparto de la
riqueza en el mundo o la imparable destrucción del ecosistema al que nos
conduce el capitalismo salvaje.
Para buscar salidas a esta
situación resulta imprescindible plantearse dilemas tales como ¿el poder del
pueblo o el poder de las multinacionales? similar a aquél otro que planteó,
precisamente en nuestra tierra, el filósofo Sartori ¿el poder del pueblo o el
poder de Dios? aunque me temo que ambos poderes, el de las multinacionales y el
de Dios, sean en el fondo el mismo.
Si la respuesta a estas
preguntas es, como creo, el poder del pueblo, resulta inevitable hacer otra:
¿cómo se hace el pueblo con el poder? Como se suele decir en estos casos, ésta
sí que es una buena pregunta.
Gijón, 29-6-2006
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