Causa estupor, al menos a mí,
que un acto, tan predecible como fuera de nuestro tiempo, tenga tanto eco
mediático y origine tal expectativa. Me refiero a la elección del nuevo Papa.
Predecible, porque la elección hecha por 115 cardenales, casi octogenarios, que
a su vez fueron elegidos a dedo por dos Papas ultraconservadores, a su imagen y
semejanza, no puede tener otro resultado que no sea el de la continuidad. De
haber cambios, estos son cosméticos, como el de pagar personalmente su cuenta
en el hotel, una vez elegido Papa; ser forofo de un equipo de futbol o haber
tenido una novia a los12 años. Por lo demás, su connivencia, según muchos
indicios, con el régimen asesino de la dictadura argentina (resulta impactante
su foto en este periódico dando la comunión a Videla) o los consabidos
prejuicios sobre el sexo, no dan pie para esperar cambios sustanciales.
Respecto a la tan cacareada
defensa de los pobres, no resulta creíble por la sencilla razón de aparecer su
figura en el escenario más imponente y fastuoso de la Tierra : el Vaticano. Tendrá
credibilidad en este sentido si se deshace de las inmensas riquezas allí
acumuladas para repartirlas entre los pobres del mundo. No solucionaría el
problema (éste se resuelve con la política, no con la caridad), pero daría
ejemplo.
No hay indicios que esto vaya a
ocurrir, porque lo que interesa a la
Iglesia católica es mantener el poder y el Vaticano es el
mejor símbolo de ese poder. ¿Creen ustedes que la elección del Papa hubiese
creado tal expectación en el mundo si no hubiese estado rodeado de la
parafernalia vaticana?
Gijón, 15-3-2013
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