miércoles, 13 de agosto de 2014

Defensa de la verdad


No tengo la suficiente edad como para haber vivido la guerra civil española, pero sí he conocido el régimen franquista. Por eso puedo hablar de él con conocimiento de causa, y puedo decir que estaba montado sobre una monumental mentira. Durante toda mi infancia y mi adolescencia no he oído otra cosa que Franco fue el invicto caudillo que libró a España de las hordas del mal, los enemigos de Dios y de la patria. Eso se oía todos los días y a todas horas. Recuerdo que escuchaba lo que se llamaban ‘partes’ que eran los noticiarios radiofónicos de las dos y media y las diez. Todas las emisoras sintonizaban con Radio Nacional de España y en todas, después de escuchar las encendidas arengas que, en tono autoritario, ensalzaban la gloria de los vencedores y denigraban a los vencidos, se emitían los gritos del ritual: ¡Gloriosos caídos por Dios y por España! ¡Presentes! ¡Viva Franco! ¡Arriba España! Ésta fue la tónica informativa general durante casi 40 años, pues la censura fue implacable.
Tuve que esperar a la muerte del dictador para enterarme de que:
1) La guerra civil fue provocada por una rebelión del ejército encabezada por Franco, Mola, Millán Astray, y varios militares más, ‘los africanistas’. 2) La sublevación se hizo contra un Gobierno democráticamente elegido, que no tuvo otra opción que defender la legalidad. 3) Como consecuencia de ello hubo cientos de miles de muertos, represaliados, exiliados y España se sumió en la ruina total. 4) La ideología de los sublevados era la fascista, triunfante por entonces en varios países europeos como Alemania e Italia. 5) La guerra civil española fue un adelanto de la inevitable guerra mundial posterior que enfrentó a fascistas y demócratas. 6) A diferencia de esta última, aquí ganaron los fascistas, motivo por el que Franco se libró de correr la misma suerte que sus correligionarios Hitler y Musolini, pero ocupa por mérito propio el mismo lugar que ellos en la historia.
Hasta tal punto llegaron las secuelas de sumisión y miedo (y también de implicación) que, a la muerte del dictador, hubo que optar por la reforma política para lograr la transición a la democracia, lo que impidió que se juzgase su persona y su régimen, que era lo que en justicia procedía.
Finalmente, opino que afirmar que para lograr la convivencia hay que olvidar o deformar el pasado me parece, además de un error, una tremenda injusticia.


                                                     Gijón, 19-1-2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario