Que estamos en época de crisis
es bien sabido. Crisis económica, provocada por el sistema neoliberal que se
impuso en el mundo y dio un poder descontrolado (fuera de control político y,
por tanto, del ciudadano) a los grandes financieros que aprovechan para hacerse
multimillonarios. Crisis política, con una izquierda desnortada, sin ideas, y
una derecha encanallada que recurre a la mentira para imponer sus planes o
hacerse con el poder (armas de destrucción masiva, conspiración socialista del
11-M, identificación de la crisis con Zapatero, etcétera).
Pero la crisis verdaderamente
preocupante es la crisis de valores. La sociedad está siendo víctima de
informaciones y opiniones que le llueven por todos lados y la sumen en el
desconcierto. Ahí es donde, en mi opinión, se origina el problema: nos falta
criterio para discernir entre quienes están señalando el camino correcto y
quienes están confundiendo. Sin embargo, nunca tuvimos tantos medios para
acceder al pasado, a fin de conocer la riquísima experiencia histórica y
analizar dónde estuvieron los aciertos y dónde los errores. Por poner algún
ejemplo, pensadores eternos como Sócrates, Platón o Aristóteles, que sentaron
las bases de la convivencia democrática con su filosofía, están al alcance de
cualquiera. Lo mismo ocurre con los ilustrados, que alcanzaron las más altas
cotas de la excelencia y cambiaron el mundo.
Estamos demasiado atareados;
unos, tratando de hacerse ricos, otros, tratando de sobrevivir y todos tratando
de divertirnos, consumiendo. Nos falta tiempo para la cultura.
Gijón, 19-5-2010
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