lunes, 4 de agosto de 2014

La ciudadanía activa


Resulta obvio que una sociedad justa no se logra con individuos movidos exclusivamente por su interés privado, como pide el sistema económico neoliberal, sino con individuos dotados de virtud y valores cívicos. Lo cual supone admitir que los ciudadanos no actúan únicamente por motivos egoístas, sino que es posible el desarrollo de disposiciones cívicas en un marco institucional y normativo adecuado.
Ese marco lo ofrece la tradición republicana que enlaza con las actuales propuestas de establecer la democracia participativa o deliberativa. La democracia republicana se puede definir como una entidad política constituida por sus instituciones y leyes, y mantenida sobre las decisiones conjuntas de sus ciudadanos.
Rasgos permanentes del republicanismo son el énfasis en la deliberación de los ciudadanos y la preocupación por el control del poder, así como la búsqueda de mecanismos para evitar la concentración y permanencia del poder en unas pocas manos y para garantizar la capacidad de los ciudadanos de hacerse oír y pedir cuentas a sus gobernantes.
La participación en la república democrática debe reunir la triple condición de ser reflexiva, crítica y deliberativa. No es devoción ciega, adhesión incondicional ni emoción tribal. El ciudadano republicano ha de atender a la vida pública, cuidando de informarse, mantener distancia crítica frente a los poderes y establecer acuerdos que hacen posible la república justa y estable a través de una deliberación abierta en condiciones de libertad y equidad.
En definitiva, si queremos realmente construir una ciudadanía activa, debemos salir de la vía neoliberal por la que circulamos y que nos conduce al abismo, y enfilar por la senda de la tradición republicana.


                                                              Gijón, 28-5-2013 

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