La escandalosa irrupción en los
medios del enfrentamiento personal entre dos de los tres concejales que IU
tiene en el Ayuntamiento de Gijón es la manifestación palpable de la enfermedad
que aqueja a esa organización política. Enfermedad crónica de desencuentros y
enfrentamientos, algunos incluso violentos, que hace que el nombre con el que
se presentan, Izquierda Unida, sea un sarcasmo. Deberían llamarse Izquierda
Desunida. Por eso llama la atención que los protagonistas del penúltimo
rifirrafe digan que no saben lo que les pasa. O no conocen la organización en
la que militan o engañan a la gente. Sin embargo, el diagnóstico de la
enfermedad es conocido. Es el mismo que se da en los otros partidos políticos y
se puso de manifiesto en las elecciones del 25-M: la falta de democracia
interna de esas instituciones.
El problema del funcionamiento
interno de los partidos no es de ahora. Ya en 1911 Robert Michels lo describió
en su libro ‘Los partidos políticos. Un
estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna’,
obra en la se hace un estudio sociológico de la emergencia del liderazgo, la
psicología del poder y las tendencias oligárquicas de la organización. Denuncia
lo que llama la ‘ley de hierro de la oligarquía’ que se produce por la
conjunción de dos factores: los dirigentes que se ‘endiosan’ y acaban buscando
su propio beneficio personal y los militantes que, bien por comodidad, bien por
interés, adoptan una postura acrítica y seguidista.
Conocido el problema, la
solución pasa por una participación activa y crítica de la militancia que debe
desempeñar las tres funciones que le son propias: elaborar la política, nombrar
a los representantes y ejercer el control de estos.
Gijón, 23-6-2014
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