Se considera al siglo XV como el
siglo de la transición de la Edad Media
a la Moderna. Si ,
además, nos situamos en la
Italia de esa época, razón de más para captar el vértigo que
produce este trascendental cambio.
De la mano de tres grandes
literatos, Dante, Petrarca y Boccaccio, los italianos descubrieron entre las
ruinas sobre las que vivían el esplendor del antiguo Imperio Romano y se
lanzaron a recuperarlo. No solo lo lograron en el ámbito artístico, sino que lo
superaron. Contaron para ello con las repúblicas más prósperas económicamente
de Europa. El comercio, la industria, incluso la ganadería alcanzaron niveles
nunca vistos anteriormente, de modo que la riqueza de las familias nobles
financiará a los grandes artistas que contribuirán a crear un cambio de la
mentalidad, que se traspasará posteriormente al resto de Europa. Florencia con
los Médicis (Lorenzo el Magnífico), Milán con los Sforza (Ludovico el Moro),
Roma con los Papas (Sixto IV, Julio II, León X), Génova con los Doria, Venecia
con los Dogos, Nápoles con Alfonso V de Aragón rivalizarán entre sí para atraer
a los grandes artistas renacentistas, de tal manera que entre los últimos años
del siglo XV y la primera mitad del siguiente se produjo la Edad de Oro del Renacimiento
en Italia.
Facilitó este auge la Paz de Prodi, que, firmada en
1454 por los diversos Estados, dio lugar a casi medio siglo de relativa calma
entre las grandes potencias. Una calma que fue más bien una excepción, pues la
tónica general será de permanentes disputas políticas y enfrentamientos
bélicos, de tal manera que años más tarde Maquiavelo escribirá un celebre
tratado sobre política para ver de remediar el caos guerrero que sacudía a
Italia.
Por si los problemas eran pocos,
las dos mayores potencias europeas del momento, Francia y España, irrumpen en
suelo italiano para tratar de repartirse el pastel. Se reproducen así, en
cierta medida y con otros protagonistas, las endémicas guerras que se dieron en
Italia durante la Plena Edad
Media entre los partidarios del Papa (güelfos) y los partidarios del emperador
(gibelinos).
Resta añadir un último apunte
para completar el panorama de Italia en el siglo XV: las notables diferencias
entre un Norte pujante y, como queda dicho, en pleno cambio hacia la Edad Moderna y un Sur sumido
aún en la Edad Media ,
con una producción eminentemente agrícola y bajo un régimen feudal.
Respecto a los Estados
Pontificios, decir que tras superar el Cisma de Occidente, los Papas vuelven a
Roma. No obstante, continúan sumidos en la degradación moral como prueba el
nepotismo o la venta de indulgencias, por ejemplo, lo que motivaría pocos años
más tarde la Reforma
protestante, la posterior Contrareforma y vuelta a nuevas guerras de religión.
Curso: 1º de filosofía de grado
Uned. Gijón
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