En la primera lección de
Filosofía que se estudia en el Bachillerato se define la asignatura como la ciencia
que trata de responder las eternas preguntas del ser humano ¿quién soy? ¿De
dónde vengo?, etc., es decir, trata de explicar racionalmente el mundo en que
vivimos. Si bien es verdad que, a la edad de 17 o 18 años en la que se estudian
estos temas, la mayoría de los chavales no buscan las respuestas a las cuestiones
antes citadas (estudian más bien para aprobar y pasar curso), no debería ser lo
mismo en el caso de las personas adultas. Y es aquí, donde se produce la
paradoja: la sociedad vive ajena a la filosofía. Resulta incoherente que, por
un lado pretendamos vivir en democracia, sistema en el que la responsabilidad
de la gobernabilidad recae sobre los ciudadanos (aunque, lógicamente, no en la
misma medida en todos), y por otro no nos interesemos por la realidad en la que
tenemos que vivir y sobre la que hay que actuar. Ni la Administración
Pública oferta este tipo de cultura, ni parece que exista
demanda por parte del ciudadano, con lo que el problema parece resuelto, pero
mal resuelto, obviamente.
Esta mala política cultural se
visualiza de manera especial en la programación de los cursos de la Universidad Popular
(financiada, como se sabe, con dinero público). Basta una mirada al cartel
anunciador de la UP ’
09 para percibir con qué debemos ‘recargar la pilas’: cerámica, danza, música,
arte, fotografía, grabado, cocina,… Nada de Filosofía, Historia, Economía,
Política, Literatura, etc., o lo que es lo mismo, nada de proporcionar al
ciudadano las claves para entender la sociedad a fin de permitirle participar
en la gestión de la misma.
La justificación, que dan los responsables
de tal programación de que no hay demanda para tales cursos, no es de recibo.
Son ellos los que deberían matricularse en primer lugar y de forma masiva.
Gijón,
6-10-2009
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