El pasado domingo, día 14, el periódico de nuestra
ciudad, Gijón, publicaba en primera plana el siguiente titular: “Los
intelectuales vuelven a los estadios”. Cuando lo leí, pensé que se refería a
entrenadores o jugadores que se caracterizaban por su inteligencia y que, por
alguna razón, asumían el protagonismo balompédico, pero, cuando leo el
comentario que sigue, observo que se refería a los intelectuales sin más, pues
decía: “Los intelectuales españoles ya admiten sin ningún tipo de reparos que
el fútbol les apasiona. Antes lo detestaban públicamente porque ´adormecía´ la
conciencia del pueblo. Ahora, en cambio, acuden a los grandes partidos y
alardean de las hazañas de sus respectivos equipos”.
Creo que esta noticia merece, cuanto menos, algún
comentario. Primero, el interés del periódico en propagar este, llamémosle
acontecimiento social, un domingo, en lugar bien destacado para conseguir mayor
difusión. Se trata de extender la idea de que ya los tiempos han cambiado, ya
no hay motivos para la crítica (eso era cosa de antes), que vivimos en el mejor
de los mundos y que de lo que se trata es de vivir disfrutando de lo que nos
ofrece la vida, sin ninguna inhibición moral. “Consumo y diversión” parece que
es el lema actual, equivalente al “pan y circo” de los romanos. Nada de
compromisos políticos o sociales, eso es muy aburrido.
En el amplio, despliegue sobre el tema en páginas
interiores, junto a nombres de pretendidos intelectuales que confiesan ser
seguidores del fútbol como Angel Bahamonde, Quim Monzó, Laura Freixas, Miguel
Glez. San Martín, etcétera, menciona a destacados políticos (sobre éstos se
entiende perfectamente su alineación con el fútbol, pues ya se sabe lo que
persiguen), como Aznar o Zapatero, y también gente de la farándula como Norma
Duval, Julio Iglesias, Ramoncín, etcétera.
Si bien es verdad que muchos de estos
seudointelectuales se han convertido en propagadores serviles del sistema que
tan bien les recompensa, hay otros, verdaderos intelectuales, que únicamente se
comprometen con la verdad. Citaré sólo a uno para que sirva de ejemplo: José
Saramago.
Siempre los intelectuales en la historia fueron
críticos, rompedores, vanguardistas, pioneros, subversivos. Su actitud valiente,
a veces heroica, les ocasionó sufrimientos, persecuciones y hasta la muerte.
Pero gracias a esta gente el mundo ha progresado. ¿El hecho de que, en los
tiempos que corren, éstos a los que se señala como intelectuales hayan
traicionado esta línea no es una de las causas del actual retroceso cultural y
moral en el mundo?
Termino estas reflexiones citando un comentario que
hizo, por cierto el mismo día de la publicación de esta noticia, el científico
español Bernat Soria quejándose de las trabas de todo tipo (no puede seguir el
trabajo en España, el Gobierno se lo prohíbe) que encuentra para sacar adelante
su investigación sobre la terapia de células madre para vencer la diabetes. Se
preguntaba Bernat: “¿Dónde están ahora los intelectuales, la gente que quiere
cambiar el país desde una postura ética, sólida y no partidista? Es una
pregunta que me hago hace años”. La respuesta ya la sabemos: están viendo el fútbol.
Gijón, 21-7- 2002
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