Últimamente
se están prodigando en esta página, que de manera tan democrática este
periódico pone a disposición de los ciudadanos, participaciones que, creo, bien
se podrían calificar de integristas. Integrismos religiosos o identitarios son
las opiniones que basan sus argumentos en la fe (cualquier fe) o en las
esencias asturianistas (o de cualquier
otra identidad), ya que estos, llamémosles, atributos son, como dicen los propios
creyentes, dones que Dios concede a algunos, no a todos, en un caso y dones
que, supongo, da la naturaleza en el otro. En todo caso para los no favorecidos
con tales gracias -y somos bastantes- todas esas argumentaciones nos parecen
monsergas sin sentido. De aquí se debería deducir, como ya hizo la historia
hace mucho tiempo, que el necesario entendimiento para la necesaria convivencia
entre todos no debe hacerse según estos parámetros.
Habrá que
decir, una vez más, que la religión y los sentimientos regionalistas han de
ocupar el espacio asignado, que no es otro, al menos en el sistema de vida
occidental, que el del ámbito privado. El espacio público debe dejarse para la
política, ejercida con dignidad y nobleza, no como se hace ahora, y con base en
el conocimiento científico y racional, tal como propusieron los ilustrados.
Pronuncien, pues, sus sermones los creyentes en los púlpitos de sus iglesias
ante sus fieles y reúnanse los bablistas donde les plazca para hablar el idioma
o dialecto que les guste y para deleitarse con el folklore asturiano, y háganlo
con toda libertad, pero, repito, no pretendan establecer la convivencia entre
todos en base a esos parámetros. Ni es democráticamente correcto, ni
funcionará.
Gijón,
4-10-2003
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