Después de
las elecciones llega la hora de los balances y los análisis de los resultados.
Los políticos ya lo han hecho, como siempre, en clave mediática (¿no se pueden
librar de esta servidumbre?). Los medios de comunicación lo hacen,
generalmente, según la tendencia política que representan. Los ciudadanos
deberíamos hacer nuestro balance de forma independiente, pues somos, en
definitiva, los que acarreamos con las consecuencias de los resultados
Lo que más
llama la atención en estas elecciones es la falta de correspondencia entre el
rechazo mayoritario de la ciudadanía a la guerra de Irak (más del 90%) y el
voto favorable al partido que defendió inequívocamente esta guerra (un 43,7% en
las autonómicas y un 34,3% en las municipales). Si bien puede argumentarse que
lo que se votaba eran corporaciones municipales y gobiernos autonómicos, la
forma en que se planteó la campaña a modo de plebiscito a la, vamos a llamar,
singular política del presidente del Gobierno, Aznar, no deja lugar a dudas de
que se votaba a favor o en contra de dicha política.
La
explicación a esta aparente paradoja nos la dio el propio presidente en su
mensaje electoral. Siguiendo su peculiar manera de razonar: ¿no es más práctico
ser “solidario” con la administración Bush, que nos puede proporcionar un trozo
de la tarta a repartir en la reconstrucción de Irak que con el pueblo iraquí,
que, a la postre, no nos iba a dar nada? En general, ¿no es más ventajoso hacer
favores a quien nos los puede devolver que a los que, carentes de todo, no
tienen nada que ofrecer?
Pocas veces
se nos presentó esta filosofía de la vida de forma tan descarnada. Pero este
presidente ha demostrado que los ‘tiene bien puestos’ y no dudó en plantearlo
claramente. Lo penoso, desde mi punto de vista, (seguro que compartido con
muchos) es la respuesta masiva de tantos conciudadanos a esta opción política.
Que Dios nos coja confesados.
Gijón, 31-5-2003
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