En medio de la cacofonía de
voces que nos invade y desconcierta aparecen ciertos politólogos que llaman la
atención por el acierto con que hacen el diagnóstico de lo que nos pasa: la
ignorancia y la mediocridad en la que estamos inmersos. Citaré dos de estos
analistas: Forges, con su artículo ‘El triunfo de los mediocres’ y Rafael
Argullol con ‘Sin crítica no hay libertad’.
El primero resume su tesis en la
frase con que comienza el escrito: “Quizá ha llegado la hora de aceptar que
nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos,
de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros
problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de
medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de
España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de
corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.” El resto del
artículo lo dedica a poner ejemplos que confirman su teoría.
Rafael Argullol, por su parte,
relaciona dos noticias: la séptima reforma educativa habida en los más de 30
años de democracia española y los resultados de la última encuesta sobre la
educación en el mundo que sitúa a los españoles en la cola, para llegar a una
pesimista conclusión: “Lo que está en peligro es la democracia en manos de
ignorantes. Cuando no queden ciudadanos, sólo habrá súbditos.” Antes se había
referido al analfabetismo educativo, la falta de capacidad crítica, la
corrupción que nos invade, el desprestigio de la cultura, la pobreza del
lenguaje, el desdén por la verdad y la libertad, las carencias intelectuales
que afectan a la cultura democrática y, en fin, la falta de una arraigada
tradición humanista e ilustrada que, agravada por el franquismo, no ha sido
contrarrestada en los más de treinta años que llevamos de democracia.
Gijón, 27-12-2012
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