Con el cambio
de año solemos hacer balance de lo acaecido a fin de tomar impulso para la
nueva etapa que comienza. En lo público la valoración puede ser la siguiente:
Las
perspectivas las veo esperanzadoras. Bien es verdad que nos abandona Aznar,
pero deja una España más unida y cohesionada, en la que podemos mirar al vecino
con más confianza. El clima de consenso y diálogo que presidió su política se
nota. En el ámbito europeo, el impulso
que ha dado a la UE ,
sobre todo en el terreno político, es evidente. Ha aprovechado su amistad con
Bush para tender puentes entre los dos bloques y la ONU salió fortalecida. Ha sido
una pieza clave para la democratización de los países árabes, especialmente
Irak, cuya pacificación salta a la vista, y el terrorismo internacional tiene
los días contados. (En agradecimiento nos darán su petróleo a precio de ganga).
En el ámbito
regional también el futuro parece halagüeño. La coalición de la izquierda en el
Gobierno del Principado sigue la moda de lograr mayores cotas de autogobierno
en las autonomías. Conecta con el clamoroso y ancestral sentir identitario del
pueblo astur y la futura televisión autonómica ayudará a normalizar nuestro
hecho diferencial más acusado: el bable.
En lo
religioso también somos afortunados. Nuestro señor arzobispo, don Carlos Osoro,
nos recordaba a los asturianos en su mensaje navideño la suerte de tener la Santa Cueva de
Covadonga. Cierto es que habrá quien sea tibio en la fe, pero el señor
arzobispo nos da buenos consejos: “Si no os cambiáis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos”. Por lo demás, el futuro religioso de
venideras generaciones queda asegurado con la enseñanza de la Religión Católica
en todos y cada uno de los cursos de primaria, secundaria, Bachiller e
Iniciación Profesional.
¡Feliz año!
Nota: dé el sagaz lector la vuelta a lo
afirmado en este escrito como si de un calcetín se tratara y encontrará la
patética realidad.
Gijón, 28-12-2003
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