La carta publicada en esta
sección el pasado día 14 de agosto, con título ‘Sobre el taller infantil del
toreo’, pone de manifiesto, utilizando argumentos convincentes, que la decisión
tomada por el Ayuntamiento de Gijón sobre la no autorización para realizar
cursillos infantiles de toreo en la playa, se llevó a cabo de manera tramposa
al argumentar que dichos cursillos provocarían molestias a los usuarios de la
playa. Dice la autora, con buen criterio, que la verdadera razón que hay detrás
de la medida es evitar la polémica que produciría el rechazo de tal actividad
en amplios sectores de la población.
Estando de acuerdo en que,
efectivamente, tal como dice la carta, los ediles mienten (algo, por otra
parte, a lo que nos tienen acostumbrados los políticos), llama la atención que
en el escrito no se mencione el problema de fondo que hay detrás de todo esto:
la vergüenza que para el género humano supone la fiesta de los toros; el hecho
de que miles de individuos conviertan en un espectáculo divertido (y paguen por
ello) la vista del martirio de un animal. Tampoco tiene en cuenta la autora de
la carta las manifestaciones antitaurinas que año tras año se producen a las
puertas del Bibio por estas fechas. Es como si no existiesen.
Todo ello pone en evidencia uno
de los problemas que, en mi opinión, tiene esta sociedad: la falta de
sensibilidad o empatía, no sólo con los animales como en este caso, sino
también con nuestros conciudadanos. Una parte de la población puede estar
manifestándose contra las mayores injusticias, mientras la otra muestra la más
absoluta indiferencia.
Gijón, 24-8-2014
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