jueves, 7 de agosto de 2014

Esperpento


Identificar los intereses de una región a los de un individuo es una perversidad, porque supone un desprecio hacia los ciudadanos de esa región. Creer que la solución de los problemas de una sociedad dependen de algún salvador, ya sea político, religioso o de cualquier otro signo, supone minusvalorar al resto de los ciudadanos, porque se les asigna el papel de seguidores sumisos, sin opinión propia o criterio. En España deberíamos saberlo bien, ya que padecimos en carne propia los perversos efectos de los salvadores.
La esencia de la democracia consiste en que la responsabilidad de lo público recae sobre todos los ciudadanos y es a ellos, a todos y cada uno de nosotros, a los que hay que apelar tanto para la salida de la crisis, como para progresar hacia una convivencia pacífica y civilizada.
El mayor problema que plantea este sistema está en la pluralidad de la sociedad. No coincidimos ni en los intereses ni en las ideas. Pero la democracia, que es el único proyecto político que reconoce esta realidad, la encara apelando al diálogo. La esencia de la democracia consiste en un permanente debate entre planteamientos distintos, pero guiado por un solo propósito: alcanzar el bien común. Se trata de sacrificar los intereses particulares en aras del interés general. Esta práctica solo es posible en sociedades adultas, que hayan salido de la minoría de edad. A esto se llega mediante la educación permanente y adecuada de los ciudadanos.
Vista desde esta perspectiva, la sociedad española (y también la mundial) parece muy lejos de esta práctica. Presentar a Álvarez Cascos como salvador de Asturias es un esperpento.


                                                              Gijón, 3-1-2011

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