Hace días se publicó en su
periódico una entrevista al señor obispo auxiliar de Oviedo, don Atilano
Rodríguez, en la que a la pregunta de si consideraba la enseñanza privada
concertada elitista, contestaba con un no rotundo. Sin embargo, los datos están
ahí, son de dominio público, pues salieron estos días deforma reiterada en la
prensa. He aquí algunos: el 97% de la comunidad escolar de etnia gitana está en
colegios públicos. De los 1.426 niños y niñas que requieren de una atención especial,
sólo 186 están matriculados en colegios concertados; el resto, 1.240, están en
centros de la red pública. Los colegios concertados pueden expulsar a los
alumnos conflictivos que pasan a los públicos, los cuales se ven obligados a
mantenerlos. Enviar a los niños a los colegios concertados es económicamente
más caro que enviarlos a los públicos. Sólo los padres que viven en las
ciudades pueden enviar a sus hijos a los colegios concertados, etcétera.
Señor obispo, si los padres
quieren la enseñanza privada concertada para sus hijos, no es tanto porque
quieren que se eduquen según la moral cristiana cuanto porque creen que van a
tener ventaja para sacar adelante sus estudios. Ya ha quedado dicho en este
mismo periódico: los padres que realmente quieren educar religiosamente a sus
hijos, asumen ellos mismos esa responsabilidad (con la colaboración de las
respectivas parroquias). Es con el ejemplo, con una conducta familiar ajustada
a la ética cristiana como sus hijos la podrán adquirir.
Por otra parte, en las numerosas
cartas publicadas en la prensa por los defensores de la enseñanza concertada se
puede ver claramente cuáles son los valores éticos en los que basan su
conducta. Son el más claro exponente del neoliberalismo triunfante: defensa de
las privatizaciones, principio de la competitividad como forma de relación
social, individualismo, egoísmo. Su concepto de la libertad es poder mandar a
sus hijos a su colegio preferido, no que todos los niños puedan tener
garantizada una enseñanza de buena calidad. No es por casualidad que esta política
este apoyada por el PP. ¿Identifica el señor obispo estos valores con los de la
moral cristiana? A juzgar por sus declaraciones, parece que sí.
En esta misma entrevista don
Atilano se lamenta de que el compromiso con la verdad por parte de la Iglesia resulta impopular
y pone como ejemplo su postura contra los anticonceptivos, el aborto o la
eutanasia. Pero su compromiso más bien parece en este caso que es con la media
verdad, que es la peor de las mentiras. El compromiso con la verdad, hoy como
siempre, se paga muy caro (eso lo saben muy bien los políticos, por eso no se
mojan). Hay ejemplos notables en la historia. Sócrates y hasta el mismo Jesús
han pagado con sus vidas. ¿No debería nuestro señor obispo tenerlo más en cuenta?
Gijón, 20-10-1997
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