miércoles, 20 de agosto de 2014

El tratamiento de la política en la filosofía helenística


Existe una relación directa entre los sistemas filosóficos y el contexto histórico y sociocultural en el que se producen. Esto se pone de manifiesto en el Helenismo, periodo histórico que abarca desde el año 323 a. C., fecha de la muerte de Alejandro Magno, hasta el siglo V que comienza la Edad Media.
Las conquistas de Alejandro Magno supusieron la desaparición del sistema político-social vigente hasta entonces en el mundo griego. Me refiero a las ciudades-Estado en las que, en mayor o menor medida, se desarrollaron las democracias. Fue este contexto democrático el que permitió el florecimiento de la brillante filosofía griega de la época clásica (sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles) en la que la política tuvo un lugar preferente, quedando la ética y la felicidad del hombre supeditadas a la misma.
La descomposición del Imperio de Alejandro que siguió a la muerte de éste, dio lugar a gobiernos despóticos que convirtieron a los ciudadanos libres griegos en súbditos de las nuevas monarquías. El poder pasa del pueblo al monarca que legisla y gobierna por medio de sus funcionarios.
La compleja situación histórica de esta época será vivida con gran inquietud y llevará a los hombres a buscar consuelo en doctrinas que permitan mantener el equilibrio personal frente a la cambiante coyuntura política. Así surgen tres grandes movimientos filosóficos: el epicureismo, el estoicismo y el escepticismo, que construyen una ética capaz de resistir esta situación aparentemente sin salida. Y junto a ellos se da un resurgir de las religiones que prometen la salvación y la felicidad, aunque sea en el más allá.

La filosofía de Epicuro es un canto al individualismo; buscan la paz interior a través del ejercicio de una forma de autodisciplina que se centra en la correcta elección de los deseos del hombre. Así, éste satisfará los naturales y necesarios (tales como saciar el hambre o la sed), establecerá un criterio de elección para los naturales, no necesarios (comer manjares, por ejemplo) y evitará los innecesarios y no naturales (los generados por la política y la vida social). La fórmula usada por Epicuro contra este deseo es la autarquía, mediante la cual el hombre se libera de los problemas de la ciudad. El sabio debe vivir alejado de la ciudad, no aceptar cargos públicos y cumplir las leyes. Valoran los epicúreos la amistad, pero la entienden como una comunidad cerrada de amigos, pues para ser felices hay que vivir ocultos.
En el caso de los estoicos, el objetivo de crear un sistema filosófico que desarrolle y potencie el carácter individual de la persona en detrimento de su carácter social, se logra a través del conocimiento de la Naturaleza. El necesario sometimiento a las leyes de la Naturaleza lleva a los seres humanos a la resignación, a la aceptación del destino. La consciencia de dicha aceptación les da la felicidad bajo la forma de apatía, indiferencia ante cualquier acontecimiento.
En todo caso, los estoicos no tendrán inconveniente en implicarse en política, sobre todo en el segundo y tercer periodos de esta doctrina, aunque de manera distinta a la época clásica, ya que no pretenden cambiar la realidad porque asumen que todo está bien gobernado por la Naturaleza. Fue Panecio el que, en el segundo periodo del estoicismo, pretendió “civilizar” el rigorismo de sus antecesores para adaptar el legado estoico al mundo romano. El hombre tiene la seguridad de que su voluntad es conforme a la Voluntad universal y se siente apto para gobernar. Por otro lado, Cicerón podía ver con simpatía la traducción del ideal cínico cosmopolita en términos “civilizados” de una concordia ecuménica protagonizada por Roma. En aquellos momentos históricos, con las monarquías helenísticas en plena descomposición y los bárbaros aún lejos, todo parecía indicar que el destino se complacía en que Roma asumiera esa función helenística del mundo.
Los escépticos buscan también alcanzar la ataraxia o el equilibrio del espíritu por medio de la epojé o suspensión del juicio. Se basan en que les resulta imposible a los humanos conocer la verdadera realidad porque al conocimiento se accede por medio de las sensaciones y éstas son subjetivas por lo que varían según los individuos. Plantean, consecuentemente, suspender el juicio, no dar nada por cierto y seguir investigando. La aceptación de esta realidad les da tranquilidad de espíritu.

El problema que se les plantea a los escépticos de cara a la acción es que, al depender ésta del conocimiento y al ser éste incierto, se encuentran perdidos. Lo resuelven mediante dos posturas: la más radical, representada por Pirrón, es la de renunciar a fijar ningún propósito; se abstienen, por tanto, de toda intervención. Otra más moderada, la representada por Galeno, recurre al sentido común, la tradición y la opinión generalizada para resolver los asuntos del día a día.
Particular interés tiene la filosofía de la nueva Academia platónica, muy influenciada por el escepticismo. Arcesilao y Carnéades son sus máximos representantes. El primero retoma la idea socrática de que la verdad absoluta no está al alcance del hombre, por lo que éste se ve obligado a buscarla en un diálogo permanente con los demás. Carnéades introduce el concepto de la probabilidad. No podemos acceder a la certeza, pero sí a lo probable a través del estudio y la confrontación. Esta probabilidad es suficiente para poder orientarse en la vida. Se corrige así el problema escéptico de la indefinición de la conducta.
Finalmente, el pensamiento helenístico tardío, muy influenciado por las religiones populares y los cultos mistéricos de Oriente, deriva hacia posiciones más espiritualistas y religiosas, con lo que el ser humano se desentiende cada vez más de los problemas de este mundo, para centrarse en el otro. La filosofía deviene en teología que se convertirá en hegemónica durante los siglos posteriores de la Edad Media.
Las figuras más representativas de esta época son Filón de Alejandría, que aúna la filosofía clásica y la religión bíblica hebrea y, sobre todo, Plotino, que, con su dios trascendente (Uno), sus dioses intermedios (Nous, Alma), su mundo material e imperfecto y el hombre a caballo entre los dos mundos por su doble condición de mortal (cuerpo) y espiritual (alma), apunta ya claramente al omnipresente pensamiento religioso de la Edad Media.

Curso: 1º de Grado de Filosofía

Uned. Gijón

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