A la felicidad por la epojé
La tercera corriente filosófica
importante durante la época helenística corresponde a la escéptica que, igual
que la epicúrea y la estoica, busca alcanzar la ataraxia, es decir, la tranquilidad y el equilibrio espirituales
que proporcionan la felicidad; pero en este caso, no a través del placer,
concebido como ausencia de dolor, de los epicúreos o mediante la serenidad que
da el sentirse identificado con la naturaleza, compartiendo un logos común, de los estoicos, sino por
medio de la epojé o suspensión del
juicio.
Efectivamente, los escépticos
llegan a la conclusión de que le resulta imposible al ser humano conocer la
verdadera realidad, pero esto no debe provocarle inquietud. Parten, al igual
que los epicúreos, de las sensaciones para acceder al conocimiento, pero, a
diferencia de aquellos, convienen en que éstas no pueden conducir a ninguna
certeza por dos motivos: porque los objetos percibidos son indeterminados, sin
estabilidad e indescirnibles y por la naturaleza subjetiva de los propios
sentidos que lleva a los distintos individuos a tener percepciones distintas
del mismo objeto, incluso a la variación de la percepción por parte de un mismo
individuo en función de su estado de ánimo.
No obstante, tal situación no
lleva a los escépticos a posicionarse en la duda permanente, sino a lo que
ellos llaman epojé o suspensión del
juicio, lo que les obligará a seguir buscando la verdad de las cosas. Pero
sabiendo que ésta es inalcanzable, siguen el camino indirecto de demostrar el
error que cometen todos aquellos que afirman conocer dicha verdad,
especialmente los estoicos y los epicúreos a los que consideran dogmáticos.
El problema de la acción
A los escépticos se les plantea
un problema a la hora de determinar el modelo de comportamiento ético a seguir
ya que, como los estoicos y los epicúreos, parten de la necesidad del
conocimiento para definir la acción. Como aquél es incierto, adoptan dos
posturas: la más radical, representada por Pirrón, es la de renunciar a prefijar
ningún propósito (eran los amigos del sabio los que debían protegerle incluso
de los avatares cotidianos de la vida). Actitudes más moderadas, como la de
Galeno, recurren al sentido común, la tradición o la opinión generalizada para
resolver los asuntos del día a día, aunque mantienen la suspensión del juicio
en temas filosóficos o científicos.
El escepticismo de la
Academia
Particular importancia por su
interés tiene la evolución filosófica de la Academia fundada por Platón. Ésta pasa por varias
fases, correspondiendo la primera (la inmediatamente posterior a Platón) a una
dirección matematizante y dogmática, a la que siguió otra, la de la nueva
Academia, que, influenciada por la corriente escéptica, renuncia a la
pretensión del saber absoluto.
Arcesilao y Carnéades son los
dos máximos exponentes de esta línea. El primero retoma los diálogos aporéticos
de Platón que, estando encaminados a salir del error que producen las falsas
apariencias, no llegaban, sin embargo, a ninguna conclusión definitiva, por
considerar que la verdad absoluta no está al alcance del hombre. Retoma, pues,
la idea socrática de que lo importante para el sabio es reconocer que no sabe
nada.
Carnéades introduce un concepto
nuevo en la valoración del juicio: la probabilidad. No podemos tener la certeza
absoluta de las cosas, pero podemos aproximarnos a ellas en la medida en que
contrastemos las diversas percepciones que obtenemos sobre las mismas.
Distingue tres niveles o criterios de percepción: claridad, continuidad y
contraste, alcanzando la máxima probabilidad de certeza apurando los tres
niveles. Esta probabilidad es suficiente para orientarse en la vida práctica,
corrigiendo así el problema que se les plantea a los escépticos a la hora de
definir su conducta.
Los escépticos académicos marcan
claras diferencias con los pirrónicos. Para éstos no es posible determinar,
entre dos puntos de vista contradictorios, cuál es el correcto, ya que lo único
a lo que pueden llegar es a discernir cómo aparecen las cosas a los diversos
observadores y no cómo son en sí realmente. Los académicos afirman que, aunque
no cabe la certeza absoluta sobre un caso particular, sí resulta razonable
aceptar una impresión clara y distinta. Para el pirrónico las impresiones son
equivalentes, para el académico cabe discriminarlas en términos de su mayor o
menor plausibilidad.
Las etapas del escepticismo
Se considera que en la época
helenística se sucedieron cuatro etapas de Escepticismo.
-La primera etapa corresponde a
la de su fundador, Pirrón de Elis, que vivió entre el 360 y el 270,
contemporáneo, por tanto, de Epicuro y de Zenón, fundadores respectivamente de
las escuelas epicúrea y estoica.
-La segunda etapa entronca con la Academia platónica y
tiene lugar entre los siglos III y II a. C. Arcesilao y Carnéades son sus
máximos representantes.
-La tercera etapa corresponde a
la de Enesimeno en el siglo I a. C.
-La cuarta etapa tiene lugar en
el siglo III d. C., siendo Sexto Empírico su máximo exponente.
Comentario de texto
Cicerón
“Además, entre nosotros (los académicos) y los que creen saber (los
estoicos) no hay diferencia alguna, salvo el hecho de que ellos no dudan que
sean verdaderas las cosas que defienden; nosotros tenemos muchas cosas por
probables que fácilmente podemos seguir; afirmar solo con dificultad. Sin
embargo, somos más libres e independientes, pues tenemos íntegra la potestad de
juzgar y no estamos obligados por necesidad alguna a defender todas las
doctrinas que hayan sido prescritas y casi impuestas por algunos. Porque los
otros, primero, están ya coaccionados antes de poder juzgar qué es lo mejor;
después, en la etapa más frágil de su edad, o influidos por un amigo, o
cautivados por un solo discurso de alguien a quien oyeron por primera vez,
juzgan sobre cosas desconocidas y, arrastrados como por una tempestad, se aferran
a él como a una roca.”
Este hermoso texto de Cicerón
tiene plena actualidad en la medida que plantea uno de los mayores problemas
que padecen las sociedades actuales: la incapacidad para el entendimiento, ya
sea en el ámbito político, religioso o de cualquier otra índole. Ello es debido
a que la mayoría adopta posturas intransigentes a las que se aferran como si
les fuera en ellas la vida. El fanatismo religioso y el sectarismo imperan en
el mundo, siendo la ignorancia la preferida a la hora de identificar posturas.
Cicerón en este pasaje nos
proporciona sabiamente la solución: sólo partiendo de la duda permanente, no
dando nada definitivamente como verdadero, alcanzaremos la libertad y la
independencia necesarias para acercarnos al verdadero conocimiento de las
cosas. Sólo desde este punto de partida podremos aspirar al entendimiento entre
los humanos tan necesario para alcanzar la convivencia en paz. Es fácil
observar en este texto la influencia de la mayéutica
socrática.
Curso: 1º de grado de filosofía
Uned. Gijón
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