El terrorismo
islamista preocupa en Occidente con razón, pues amenaza con destruir nuestro
sistema de convivencia. Es por eso que, además de conocer las causas que lo
produce, conviene preguntarse si las políticas desarrolladas por nuestros
gobiernos para combatirlo son las adecuadas.
Muchos
especialistas analizan profusamente el tema. Uno de ellos, al que quiero
referirme en esta carta, es Luis Goytisolo. En un artículo reciente suyo, “La
causa de la causa”, argumenta, precisamente, que las políticas a las que me
refería antes no sólo no son eficaces sino que favorecen el terrorismo. Afirma
que el incremento de éste se debe a la dedicación puesta por Occidente en el
curso de las últimas décadas en desestabilizar regímenes de vocación laica en
beneficio de las teocracias más intransigentes. Pone como ejemplo de ello a
Afganistán donde el régimen prosoviético de Babrak Karmal fue sustituido, con
ayuda de la CIA ,
por el de los talibanes, protectores de Bin Laden; o Irán, antigua Persia, en
donde la revolución del imán Jomeini derrocó al Sha de tendencia occidental.
Otro tanto acaba de ocurrir en Irak. Sadam fue, indudablemente un tirano
detestable, pero su régimen era laico y propicio a cierto desarrollo social.
Las fuerzas que en un futuro próximo se hagan con el poder en ese país,
enarbolando el estandarte de la fe, serán, sin duda, más conflictivas y menos
manipulables que Sadam.
Concluye el
autor diciendo que la solución al problema pasa por dar respaldo político y
propiciar el desarrollo económico y social de los países musulmanes que con
mayor éxito intentan sustraerse al contagio fundamentalista. Países tales como
Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, etcétera.
Gijón, 2-05-2004
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