Fue Goya el
autor de esta afirmación y, para hacerla más gráfica, la plasmó en sus
“pinturas negras”. Fue a comienzos del siglo XIX, en una España sumida en la
ignorancia, en la que el pueblo gritaba ‘vivan las cadenas’, mientras un grupo
de intelectuales (entre ellos Jovellanos como figura destacada) pugnaban,
muchas veces con riesgo de sus vidas, para introducir en nuestro país la razón
que venía con las nuevas ideas de la Ilustración.
Hoy, a
principios del siglo XXI, el mismo mal sueño sigue produciendo los mismos
monstruos. Ahí tenemos a los integristas de todo tipo; no sólo los islamistas,
sino también los cristianos (Bush, Aznar,...) empeñados en imponer su dios al
otro. Son muchos los que siguen gritando ‘vivan las cadenas’, las cadenas de la
ignorancia, el fanatismo, la fe...
¿Seremos
capaces de conocer alguna vez nuestro pasado (recuperar la memoria histórica,
se decía antes) para aprender de la extraordinaria experiencia acumulada a lo
largo de siglos y evitar así cometer los mismos errores? ¿Entenderemos que de
lo que se trata es de asumir un compromiso individual y social con la cultura?
Me refiero a la verdadera cultura, la que contribuye eficazmente a la formación
del individuo, a un mejor conocimiento del mundo y de sí mismo, que permite
vivir la vida con la máxima plenitud posible, al tiempo que posibilita la
convivencia en democracia (nada que ver con las culturas o identidades
regionales que ocupan una posición muy secundaria, por más que muchos las
pongan, interesadamente, en primer plano). Esa cultura se adquiere a través de la Historia , la Geografía , la Lengua , la Literatura , la Filosofía , las
Matemáticas, etcétera.
Gijón, 22-5-2004
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