La campaña de recogida de firmas
protagonizada por el PP para obligar al Gobierno a convocar un referéndum sobre
la unidad de España puso el broche de oro el pasado día 16 de mayo con la
presentación en el Parlamento español por parte de Mariano Rajoy de los cuatro
millones de firmas recogidas. Pero esta acción política del PP resulta
esperpéntica, ya que es inconcebible que un partido de la oposición imponga al
Gobierno la manera de cómo ha de abordar los problemas del país. Sería como
poner el carro delante de los bueyes.
Pero hay una razón de mayor peso
para desaconsejar la iniciativa del PP, es la siguiente: el Gobierno de
Zapatero ha abordado el delicado problema de las reformas estatutarias
ateniéndose escrupulosamente a los cauces democráticos que son, como se sabe,
las instituciones públicas. Son los Parlamentos los que representan la
soberanía de los ciudadanos y es a través de ellos cómo se están llevando a
cabo las reformas. El referéndum, de llevarse a cabo, dejaría en mal lugar la
credibilidad de los Parlamentos tanto autonómicos como el español.
Es por ello que el PP cometió un
grave error al no presentar la batalla política en estas instancias. De haberlo
hecho con seriedad y eficacia los resultados serían indudablemente mucho
mejores para el bien del país. Por el contrario, antepuso una vez más sus
intereses partidistas a los del Estado. Está más interesado en seguir su
política de acoso y derribo del Gobierno que de mejorar a España.
A nadie se le oculta la gravedad
del problema de los nacionalismos y las identidades, pero ese problema está
ahí, no lo creó Zapatero como pretenden algunos. Lo que hizo Zapatero fue
abordar el problema para solucionarlo y de la correcta solución son
responsables los partidos políticos con representaciones parlamentarias.
Gijón,
19-5-2006
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