Es lo que tiene este medio. Aguanta
lo que le echen. Hay, por ejemplo, quien, para salir de la crisis, propone
recuperar tradiciones que pertenecen más bien al Antiguo Régimen: Dios, patria,
rey, familia, etcétera. Otros exhiben obsesivamente sus creencias religiosas,
negándose a asumir que en una democracia las religiones forman parte de la vida
privada de las personas, no siendo, por tanto, objeto de debate público.
A propósito de la democracia,
hay personas que la confunden con el liberalismo económico o con el
nacionalismo, corrientes ideológicas que brotan de la misma fuente, la Revolución Francesa ,
pero que tienen naturaleza distinta. Esta confusión es interesada, pues con la
modernidad todos tratan de cobijarse bajo el mismo techo. Dictaduras abyectas
se hacían pasar por democracias, como la soviética que se presentaba como
democracia popular o la franquista que se hacía pasar por democracia orgánica.
Los que hemos nacido en aquel oprobioso régimen nos lo creímos, pues con la
censura no había posibilidad de acceder a otras referencias que no fueran las
oficiales.
Afortunadamente, las cosas han
cambiado y hoy quien mantenga la confusión es porque quiere. Existen autores
que explican con claridad meridiana en qué consiste la democracia. Tal es el
caso de la filósofa, recientemente galardonada con el premio Príncipe de
Asturias de las Humanidades, Martha C. Nussbaum. Libros suyos como ‘Sin fines
de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades’, o ‘El cultivo de
la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal’, son
un lujo al alcance de todos. Sólo se necesita un requisito: tener curiosidad
por saber.
Gijón, 28-6-2012
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