Los medios de comunicación se han hecho amplio eco
de un escándalo protagonizado por un profesor de Biofísica de la Facultad de Medicina de
Oviedo. De 146 alumnos ha suspendido a 145 en el examen final de su asignatura.
Ante la evidencia de la falta de culpabilidad por parte de los
estudiantes en el desastre (superan brillantemente asignaturas mucho más
complicadas), el profesor reconoce que puso un examen intencionadamente difícil
para llamar la atención sobre un problema: el deficiente nivel de conocimientos
de Física con que salen los alumnos del Bachiller (el sistema de las ‘Optativas’
de éste permite a los estudiantes esquivar voluntariamente la Física ).
Se da la circunstancia que, en este caso, los estudiantes son víctimas
por partida doble: una mala planificación de estudios del Bachillerato que no
garantiza el nivel necesario de Física y un profesor al que no se le ocurre más
que ‘cargarse’ a sus alumnos para ser escuchado.
Ante esta machada la
Dirección del Centro se ha visto comprometida y ha decidido
intervenir, pero mucho me temo que, como suele ocurrir habitualmente, las
medidas que se adopten estén encaminadas a salvar la cara del profesor y de la Facultad y haya alumnos
que salgan irremisiblemente perjudicados.
La triste realidad que este despropósito ha puesto al descubierto es
que el profesor en cuestión ha estado haciendo ‘pagar’ injustamente a sus
alumnos durante años (el nivel de aprobados en su asignatura fue inusualmente
bajo) por una errónea programación en el sistema de estudios y, con toda
probabilidad, lo seguirá haciendo en el futuro. Parece ser que ni el profesor
ni los responsables del Centro se han enterado que en una democracia el fin
nunca justifica los medios.
Gijón, 17-06-2007
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