Los orígenes
Si los epicúreos se recluían en
su Jardín en busca de la amistad y el conocimiento del cosmos con el doble
propósito de evadirse de una realidad que percibían hostil y encontrar la
felicidad en las cosas buenas de la vida, los estoicos, más austeros, se
refugiaron en la Stoa (paseo aporticado
griego) para, mediante la vida contemplativa, descubrir la naturaleza e
identificarse con ella. Ambos movimientos tratan de dar respuesta, aunque por
caminos diferentes, a los importantes cambios sociopolíticos que por esa fecha
(siglo III a. C.) se producían en su mundo: la sustitución de la democrática polis griega por sistemas de gobierno de
carácter monárquico- autoritario. Esta circunstancia les lleva a crear sistemas
filosóficos nuevos que desarrollan y potencian el carácter individual de la
persona en detrimento de su carácter social.
Descubriendo la
Naturaleza
En el caso de los estoicos este
objetivo lo logran fundamentalmente a través del conocimiento de la Naturaleza , y más concretamente,
de las leyes por la que se rige. Para ello recurren a la física a la que
conciben, al igual que los epicúreos, como materialista, si bien animada de una
fuerza rectora que identifican con el logos-fuego
de Heráclito. La presencia del logos define a la Naturaleza como un ser
vivo, dotado de racionalidad, que lo hace activo y lo mantiene unido formando
una Totalidad. Esta especie de alma o divinidad es el principio del cosmos y
también será la causa de su final, ya que perecerá mediante un incendio que
supondrá el retorno al fuego originario. Los estoicos retoman, pues, el
concepto del eterno ciclo o eterno retorno, tan apreciado por la filosofía
griega, en el que se repite lo mismo, los mismos seres, las mismas
circunstancias, pues no hay razón para que nada cambie ya que todo es producto
de la perfecta racionalidad. Hacen referencia a una especie de providencia o
destino que implica necesidad, cumplimiento riguroso del plan
Vivir conforme a la
Naturaleza.
Los estoicos tienen una
concepción panteísta del cosmos ya que, como queda dicho, el dios logos lo anima y ordena. El hombre que
está dentro de ese cosmos, comparte con él el pneuma, una especie de soplo material que, a modo de alma, le
permite seguir de forma consciente a la naturaleza. Existe un parentesco entre
la razón humana y la cósmica, pues en la realidad universal están incluidas las
cosas y el sujeto, de suerte que la realidad coincide con las estructuras del
pensamiento conceptual. Y así como el logos
domina todo el Universo, el hombre es animado y conducido por el alma. De tal
manera que, si la misma naturaleza es racional en tanto que cosmos bello y
ordenado producto de una razón divina ordenadora, y si el logos humano es parte de tal logos
divino, será igualmente natural obedecer a la razón, pues seguir a la
naturaleza será la mejor forma de introducir orden racional en nuestra propia
vida. Como consecuencia de todo ello, el principio supremo que ha de informar
la conducta del hombre será vivir conforme a la Naturaleza.
A la felicidad por la autarquía
Los estoicos hacen derivar de la
física, es decir, del concepto que tenían del Universo, su ética. Ésta tiene
como objetivo proporcionar al hombre una vida feliz, y ello se consigue
viviendo en sintonía con la naturaleza, lo que proporciona la autarquía.
Es el necesario sometimiento a
las leyes de la naturaleza lo que lleva a los seres humanos a la resignación, a
la aceptación del destino. De esta manera se superan el dolor y los temores que
perturban el alma, que son asumidos por el sabio estoico como parte del orden
natural del cosmos, asumiendo la realidad, pero a la vez distanciándose de
ella. La consciencia en dicha aceptación da a los hombres la felicidad bajo la
forma de apatía, indiferencia ante cualquier acontecimiento.
Para alcanzar tal estado
permanente de ánimo, los estoicos cuentan con la virtud a la que conciben como
una forma de ser, una actitud en la vida que les permite erradicar los impulsos irracionales, tales como el
placer, el deseo, el amor, el miedo, etcétera, es decir, las pasiones.
Los estoicos ante la política
A diferencia de los epicúreos,
los estoicos no tendrán inconveniente en implicarse en la política y en la vida
social, sobre todo en el tercer periodo, correspondiente a la época del Imperio
romano. No obstante, su concepto de la política difiere notablemente del que
tenían los griegos de la época clásica. Eran cosmopolitas, pues consideraban
que, al ser todos los hombres racionales, estaban sometidos a la misma ley y
pertenecían a la misma patria. Sin embargo, en realidad no pretendían cambiar
nada ya que asumían que todo estaba bien gobernado por la Naturaleza. Ésta,
decían, conduce a los que la aceptan y arrastra a los que se oponen. Por otro
lado, su forma de pensar, que exalta la autosuficiencia del individuo, se
compagina mal con la política y la acción social.
De todos modos, como queda
dicho, hubo un cambio de actitud a partir de Panecio, el cual pretendió
“civilizar” el rigorismo de sus antecesores para adaptar el legado estoico a
las necesidades del mundo romano. Hay que vivir racionalmente, pero también
conforme a los impulsos con que nos ha dotado la naturaleza, decía. También
afirmaba que, puesto que el hombre vive de acuerdo con la Naturaleza del Todo,
tiene la firme seguridad de que su voluntad es conforme a la Voluntad universal y se
siente apto para gobernar. Se percibe aquí el espíritu práctico de la cultura
romana.
Por otro lado, Cicerón podía ver
con simpatía esta traducción del ideal cínico cosmopolita en términos
“civilizados” de una concordia ecuménica protagonizada por Roma. En aquellos
momentos históricos, con las monarquías helenísticas en plena descomposición y
los bárbaros aún lejos, todo parecía indicar que el destino se complacía en que
Roma asumiera esa función hegemónica del mundo.
La lógica, el tercer puntal de la filosofía estoica
Los estoicos dieron una gran
importancia a la lógica, en la medida que la consideraron el tercer puntal de
su sistema filosófico, junto a la física y la ética. Esta relación se basa en
la percepción que tenían de la existencia de una ley cósmica racional que
abarca tanto el acontecer material como el pensamiento humano.
La lógica se ocupaba del estudio
del logos, tanto en cuanto a su
discurso interno, el razonamiento, cuanto al externo, el lenguaje. Fueron
claramente innovadores y acuñaron muchos términos utilizados por los modernos
lingüistas.
Pero la lógica para los estoicos
no es sólo el estudio de la argumentación, sino que abarca también la teoría
del conocimiento. Ello es debido, tal como queda dicho, a que consideraban que
el logos es tanto la razón que impera
en el cosmos, como la razón humana. De ahí que haya una común racionalidad que
permite el conocimiento.
Por otro lado, la expresión del
conocimiento se hace por medio del lenguaje. Los estoicos consideraron que las
palabras corresponden a las cosas y que el lenguaje debe reflejar el orden de
la realidad. De ahí que analizar el significado del lenguaje supone analizar la
realidad. Y ello es así porque el universo es una estructura racional de la que
forman parte las palabras y las cosas, y así como hay conexiones entre estas
últimas, también las hay entre las proposiciones que las expresan, de suerte
que entre ellas cabe establecer esquemas válidos de inferencias que según
algunos autores constituyen el germen de lo que hoy en día llamamos cálculo
proposicional. Si cabe establecer estas conexiones entre las cosas y las
proposiciones es porque en la naturaleza hay una legalidad universal obra y a
la vez manifestación de un logos a la
vez cósmico y divino.
Para terminar
Para completar esta breve
semblanza del estoicismo falta decir que fue una escuela filosófica que surgió
en el año 300 a .
C. y tuvo una vida de cinco siglos, hasta el emperador Marco Aurelio, año 180
d. C. En su evolución pasó por tres periodos, el antiguo, el medio y el nuevo.
En el primero, los estoicos enfatizaron la lógica y la física, en el segundo la
ética y la política y en el tercero la política y la religión. Figuras
destacadas de esta filosofía fueron su fundador, Zenón de Citio, Crisipo,
Panecio, Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, etcétera.
Finalmente, en nuestros días aún
se emplea la palabra estoicismo para designar una actitud de serenidad ante el
destino y de control de las pasiones.
Comentario de texto
Séneca.
“Se puede discutir si en aquél entonces un sabio debía ocuparse de los
asuntos públicos. ¿Qué pretendes, Marco Catón? Ya no se trata de la libertad:
hace tiempo que se ha perdido. La cuestión es saber si será César o Pompeyo
quien va a tener el mando de la
República. ¿Qué tienes que ver tú en esta rivalidad? Ninguna
intervención tienes en ella. Van a elegir a un déspota. ¿Qué te importa cuál de
los dos va a vencer? Puede vencer el mejor, no puede dejar de ser el peor quien
haya vencido. No he conocido más que las últimas actuaciones de Catón, pero
tampoco los años precedentes fueron tales que permitiesen a un sabio participar
en aquel despojo de la
República. ¿Qué otra cosa hizo Catón sino vociferar y
proferir frases vanas cuando en volandas, a manos del pueblo y cubierto de
esputos, le empujaban para echarlo del Foro, o le conducían del Senado a la
cárcel?
Mas en otra ocasión examinaremos si hay que encomendar al sabio los
asuntos públicos. Entretanto te recomiendo a aquellos estoicos que, excluidos
de los cargos públicos, se retiraron a cultivar su modo de vida y codificar
leyes en bien del género humano sin ocasionar agravio alguno a los más
poderosos. El sabio no alterará las costumbres públicas ni atraerá al pueblo
hacia su persona por la singularidad de su vida.”
Este texto de Séneca recoge
nítidamente la actitud de resignada aceptación de la realidad política por
parte de los estoicos. Ésta es percibida negativamente: venga quien venga,
entre las dos alternativas, César o Pompeyo, los resultados serán igualmente
malos. Pero, la postura correcta para los estoicos no es enfrentarse a la
situación para cambiarla, sino retirarse a cultivar su vida privada. Han de
renunciar, por tanto, a la libertad que antaño permitía al hombre participar en
los asuntos públicos. “Ya no se trata de la libertad. Hace tiempo que se ha
perdido”, dice Séneca. Hay que aceptar, pues, el destino que, a modo de
divinidad, rige el mundo. Esta aceptación conducirá, con la ayuda de la virtud,
a la apathía (impasibilidad) que
proporcionará al sabio la libertad moral y, por ende, la felicidad.
Se podría establecer cierto
paralelismo con lo que pasa actualmente en nuestras sociedades, en la medida en
que la política es percibida por muchos como algo que escapa a nuestro control,
provocando una actitud de inhibición ante la misma. La diferencia está en que,
hoy en día, la gente se refugia en el consumo y la diversión (la sociedad del
espectáculo, como la califican algunos) y no en la vida austera y contemplativa
de los estoicos. Este afán hedonista nos acerca más a los epicúreos; sin
embargo, nos quedamos aún lejos de esta filosofía, pues nos falta su control
racional de la realidad; no controlamos las pasiones.
En todo caso, lo más destacado
de nuestra situación es la contradicción que se da entre, por un lado el
sistema de gobierno que nos hemos impuesto, la democracia, que permite la
participación del pueblo en la vida pública y por otro la realidad, antes
descrita, de falta de participación. La conclusión que se puede sacar es que no
ajustamos nuestra conducta moral a las exigencias de la democracia,
posiblemente por falta de conocimiento de la misma.
Curso: 1º de grado de filosofía
Uned. Gijón
No hay comentarios:
Publicar un comentario