El epicureismo es una doctrina
filosófica que tuvo lugar en la época helenística, es decir, aquélla que abarca
desde la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a . C., hasta la conquista
de Egipto por Octavio Augusto, en el año 30 a . C. No obstante, esta época se puede
prolongar, según muchos autores, hasta el siglo V d. C., cuando se produce la
ruina del mundo romano y el inicio del mundo cristiano.
Esta corriente filosófica es
coetánea con otras dos, la estoica y la escéptica y, a pesar de las normales
diferencias entre ellas, comparten diversos rasgos, siendo uno de ellos las
causas históricas y sociológicas que las originaron.
Estas no fueron otras que la
conquista por Alejandro Magno de un inmenso Imperio que abarca casi todo el
mundo conocido de entonces. Esto trajo como consecuencia la desaparición de las
ciudades-estado griegas que habían sido causa y consecuencia a la vez de la
filosofía, la ética, la política,…, en una palabra, de la vida de los griegos
durante los siglos precedentes.
La compleja situación histórica
surgida con el reparto del Imperio de Alejandro, seguido por el establecimiento
poco más tarde de otro gran Imperio, el romano, es vivida con una gran
inquietud, que llevará a los hombres a buscar consuelo en doctrinas que permitan
mantener el equilibrio personal frente a la cambiante coyuntura política. Ésta
deja de ser un referente para los individuos que pasan de ser ciudadanos, con
capacidad para la acción política, a súbditos, obedientes al poder establecido.
De ahí nace el deseo de los
hombres de encontrar alguna doctrina que les mantenga la esperanza y les haga
felices. De ahí, también el interés por la ética que aparece en todas las
formas de pensamiento y que predomina, incluso, por encima del intento de
explicar racionalmente el mundo. Y, junto a ellas, se da un resurgir de las
religiones que prometen la salvación y la felicidad, aunque sea en el más allá.
En la doctrina epicúrea se
distinguen tres partes: la canónica, la física y la ética. La primera forma la
introducción al sistema doctrinal y está contenida en único libro, el ‘Canon’.
Es una teoría del conocimiento que tiene como finalidad alcanzar la felicidad.
Íntimamente relacionada con la física, de carácter materialista, considera la
percepción sensorial, la sensación, el primer paso para acceder al
conocimiento. Es el primer criterio de verdad y es siempre verdadero, pues los
sentidos no pueden equivocarse. El proceso tiene lugar mediante imágenes,
constituidas por átomos sutilísimos, que se desprenden de los objetos, los
cuales, formando una especie de efluvio, alcanzan los órganos de los sentidos.
El segundo criterio de verdad, o
segundo paso del conocimiento son las afecciones. Son las respuestas inmediatas
(de placer o de dolor) del sujeto ante las sensaciones. No informan sobre la
realidad exterior, sino que orientan sobre qué acciones realizar: las que
proporcionan placer, y cuáles evitar: las que causan dolor. Constituyen un
criterio en tanto que lo placentero es verdadero y lo doloroso falso. Así como
las sensaciones suministran el material de la vida intelectual, las afecciones
conforman el material con el que se construye la vida moral.
Las preconcepciones constituyen
el tercer criterio de verdad. Son una imagen mental producida por el recuerdo
de impresiones sensibles repetidas de un determinado objeto. Son como ideas
generales que nos permiten organizar e interpretar las sensaciones. Formada,
pues, a partir de impresiones sensibles, la preconcepción precede a modo de
imagen o molde mental a reconocimientos sucesivos. Son así posibilidad del
conocimiento científico y de la comunicación por medio del lenguaje.
Finalmente, hay un cuarto
criterio de verdad introducido por los epicúreos para resolver el problema del
acceso al conocimiento de los conceptos fundamentales de la física de Epicuro:
los átomos y el vacío, ya que estos no son ni sensaciones ni afecciones y, por
lo tanto, no se pueden percibir mediante los criterios antedichos. Se trata de
las proyecciones imaginativas del entendimiento. Corresponde a la última etapa
del proceso cognoscitivo, mediante el cual la inteligencia puede proyectar la
existencia de los átomos y el vacío que, tal como se dijo, no pueden ser
atestiguados por las sensaciones.
La física de Epicuro reproduce
fundamentalmente el atomismo de Demócrito, si bien introduce algunas
variaciones para integrarlo en su propia concepción filosófica. Concretamente,
a fin de defender la libertad humana, introduce el indeterminismo frente a la
necesidad. La defensa de la libertad va dirigida a evitar el miedo al destino.
Este propósito se logra al considerar que, al ser el mundo resultado de los
choques de los átomos que se producen por azar, no existe ningún destino
predeterminado sino que todo lo que acontece es resultado del azar. No hay por qué
temer al destino ya que nada está prefijado.
Simplificando, la física de
Epicuro establece que el Todo está formado por cuerpos y por vacío y es
infinito. Los dos principales constitutivos del Todo son los átomos y el vacío,
y, como aquél, son infinitos. La unión por azar de los átomos forman los
cuerpos y así como estos pueden generarse (unión de átomos) o corromperse
(separación de átomos), los átomos son indivisibles e inmutables. Finalmente,
los átomos tienen tres características estructurales: forma, peso y tamaño.
Dos palabras más para considerar
la curiosa manera que tenía Epicuro de abordar la ciencia. Partía de dos
posiciones diferentes: el esencialismo y el instrumentalismo. De acuerdo con la
primera concepción los científicos establecen la verdad de las teorías más allá
de toda duda razonable. Describen las esencias de las cosas, las realidades que
están por detrás de las apariencias. El instrumentalismo es un convencionalismo
extremo. Desde esta perspectiva las teorías no son verdaderas o falsas, sino
instrumentos más o menos útiles para lograr determinados fines y, para los
epicúreos esos fines no son otros que alcanzar la felicidad.
En Epicuro ambas posiciones se
combinan de forma peculiar. A través de la primera línea de investigación se abordan
los asuntos fundamentales, tales como los átomos, el vacío, su relación,
etcétera. La segunda vía, la que admite varias versiones, trata de explicar los
fenómenos celestes, los que versan sobre los solsticios, los ocasos, los
eclipses, etcétera.
Comentario de texto:
Carta de Epicuro a Meneceo
“El pan y el agua dan el más elevado placer cuando se los procura uno
que los necesita. En efecto, habituarse a un régimen de comidas sencillas y sin
lujos es provechoso a la salud, hace al hombre desenvuelto frente a las
urgencias inmediatas de la vida cotidiana, nos pone en mejor disposición de
ánimo cuando a intervalos accedemos a los refinamientos y nos equipa intrépidos
ante la fortuna.
Por tanto, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos
referimos a los placeres de los viciosos o a los que residen en la disipación
como creen algunos que ignoran o que no están de acuerdo o interpretan mal
nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni estar perturbados en
el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes ni los goces con mujeres y
adolescentes, ni pescados y las demás cosas que una mesa suntuosa ofrece,
engendran una vida feliz, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de
toda elección y rechazo, y extirpa las falsas opiniones de las que procede la
más grande perturbación que se apodera del alma.
Dentro de esto principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la
prudencia resulta algo más preciado incluso que la filosofía. De ella nacen las
demás virtudes, porque enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir
sensata, honesta, justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir
con placer. Las virtudes, pues, están unidas naturalmente al vivir placentero,
y la vida placentera es inseparable de ellas.”
Este texto recoge magistralmente
el concepto que tienen los epicúreos del placer. Se trata, en primer lugar de
satisfacer las necesidades físicas del hombre, pero con moderación. Saciar el
hambre y la sed con pan y agua proporciona de por sí placer. Comer manjares no
lo aumenta y puede crear una necesidad aditiva que conturbe el espíritu. En el
primer caso (saciar el hambre y la sed) estaríamos en lo que Epicuro llama
deseos naturales necesarios; el segundo (comer manjares) corresponde en la
clasificación epicúrea a los deseos naturales, no necesarios. No es que deban
rechazarse pero conviene satisfacerlos con la ayuda de la prudencia. Ella nos
guiará para evitar que el placer del presente se convierta en dolor en el
futuro.
De la mano de esta virtud alcanzaremos
la ataráxia, o lo que es lo mismo,
una vida llena de paz y tranquilidad espiritual, objetivo último del sabio.
Para ello cuenta con la filosofía de Epicuro. Este ansiado equilibrio interior
es posible en parte gracias a la concepción epicúrea de la Física , que siendo no
determinista, proporciona la libertad suficiente al hombre para actuar con
responsabilidad moral.
Siguiendo con la clasificación
de deseos que hizo Epicuro, tenemos un tercer tipo: corresponde a los no
naturales ni necesarios. Estos no nacen de ninguna necesidad, sino de la vana
opinión, como son el deseo de riquezas, honores, poder, etcétera. Son deseos
generados por la cultura, la política y la vida social. Contra este tipo de
deseos Epicuro propone la autarquía, que propugna vivir alejado de la ciudad,
no intervenir en política, pero cumplir, no obstante con las leyes.
Precisamente, en la quiebra
histórica de la Polis y en la
inestabilidad de las formas políticas que la sucedieron (tal como se aludía al
principio) creyó encontrar Epicuro la comprobación histórica de la validez de
las conclusiones individualistas y apolíticas que se derivan necesariamente de
su física y de su ética. En esta situación el sabio epicúreo se retira al
jardín a vivir entre amigos y a estudiar filosofía.
Pues ésta es otra característica
del epicureismo. La especial atención que dedican a la amistad. Ésta evita el
aislamiento y garantiza el necesario apoyo, aunque será en el desinterés y no
en la utilidad donde la amistad echará sus cimientos.
1º curso de Filosofía
Uned. Gijón
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