miércoles, 20 de agosto de 2014

El epicureismo


El epicureismo es una doctrina filosófica que tuvo lugar en la época helenística, es decir, aquélla que abarca desde la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a. C., hasta la conquista de Egipto por Octavio Augusto, en el año 30 a. C. No obstante, esta época se puede prolongar, según muchos autores, hasta el siglo V d. C., cuando se produce la ruina del mundo romano y el inicio del mundo cristiano.
Esta corriente filosófica es coetánea con otras dos, la estoica y la escéptica y, a pesar de las normales diferencias entre ellas, comparten diversos rasgos, siendo uno de ellos las causas históricas y sociológicas que las originaron.
Estas no fueron otras que la conquista por Alejandro Magno de un inmenso Imperio que abarca casi todo el mundo conocido de entonces. Esto trajo como consecuencia la desaparición de las ciudades-estado griegas que habían sido causa y consecuencia a la vez de la filosofía, la ética, la política,…, en una palabra, de la vida de los griegos durante los siglos precedentes.
La compleja situación histórica surgida con el reparto del Imperio de Alejandro, seguido por el establecimiento poco más tarde de otro gran Imperio, el romano, es vivida con una gran inquietud, que llevará a los hombres a buscar consuelo en doctrinas que permitan mantener el equilibrio personal frente a la cambiante coyuntura política. Ésta deja de ser un referente para los individuos que pasan de ser ciudadanos, con capacidad para la acción política, a súbditos, obedientes al poder establecido.
De ahí nace el deseo de los hombres de encontrar alguna doctrina que les mantenga la esperanza y les haga felices. De ahí, también el interés por la ética que aparece en todas las formas de pensamiento y que predomina, incluso, por encima del intento de explicar racionalmente el mundo. Y, junto a ellas, se da un resurgir de las religiones que prometen la salvación y la felicidad, aunque sea en el más allá.
En la doctrina epicúrea se distinguen tres partes: la canónica, la física y la ética. La primera forma la introducción al sistema doctrinal y está contenida en único libro, el ‘Canon’. Es una teoría del conocimiento que tiene como finalidad alcanzar la felicidad. Íntimamente relacionada con la física, de carácter materialista, considera la percepción sensorial, la sensación, el primer paso para acceder al conocimiento. Es el primer criterio de verdad y es siempre verdadero, pues los sentidos no pueden equivocarse. El proceso tiene lugar mediante imágenes, constituidas por átomos sutilísimos, que se desprenden de los objetos, los cuales, formando una especie de efluvio, alcanzan los órganos de los sentidos.
El segundo criterio de verdad, o segundo paso del conocimiento son las afecciones. Son las respuestas inmediatas (de placer o de dolor) del sujeto ante las sensaciones. No informan sobre la realidad exterior, sino que orientan sobre qué acciones realizar: las que proporcionan placer, y cuáles evitar: las que causan dolor. Constituyen un criterio en tanto que lo placentero es verdadero y lo doloroso falso. Así como las sensaciones suministran el material de la vida intelectual, las afecciones conforman el material con el que se construye la vida moral.
Las preconcepciones constituyen el tercer criterio de verdad. Son una imagen mental producida por el recuerdo de impresiones sensibles repetidas de un determinado objeto. Son como ideas generales que nos permiten organizar e interpretar las sensaciones. Formada, pues, a partir de impresiones sensibles, la preconcepción precede a modo de imagen o molde mental a reconocimientos sucesivos. Son así posibilidad del conocimiento científico y de la comunicación por medio del lenguaje.
Finalmente, hay un cuarto criterio de verdad introducido por los epicúreos para resolver el problema del acceso al conocimiento de los conceptos fundamentales de la física de Epicuro: los átomos y el vacío, ya que estos no son ni sensaciones ni afecciones y, por lo tanto, no se pueden percibir mediante los criterios antedichos. Se trata de las proyecciones imaginativas del entendimiento. Corresponde a la última etapa del proceso cognoscitivo, mediante el cual la inteligencia puede proyectar la existencia de los átomos y el vacío que, tal como se dijo, no pueden ser atestiguados por las sensaciones.
La física de Epicuro reproduce fundamentalmente el atomismo de Demócrito, si bien introduce algunas variaciones para integrarlo en su propia concepción filosófica. Concretamente, a fin de defender la libertad humana, introduce el indeterminismo frente a la necesidad. La defensa de la libertad va dirigida a evitar el miedo al destino. Este propósito se logra al considerar que, al ser el mundo resultado de los choques de los átomos que se producen por azar, no existe ningún destino predeterminado sino que todo lo que acontece es resultado del azar. No hay por qué temer al destino ya que nada está prefijado.
Simplificando, la física de Epicuro establece que el Todo está formado por cuerpos y por vacío y es infinito. Los dos principales constitutivos del Todo son los átomos y el vacío, y, como aquél, son infinitos. La unión por azar de los átomos forman los cuerpos y así como estos pueden generarse (unión de átomos) o corromperse (separación de átomos), los átomos son indivisibles e inmutables. Finalmente, los átomos tienen tres características estructurales: forma, peso y tamaño.
Dos palabras más para considerar la curiosa manera que tenía Epicuro de abordar la ciencia. Partía de dos posiciones diferentes: el esencialismo y el instrumentalismo. De acuerdo con la primera concepción los científicos establecen la verdad de las teorías más allá de toda duda razonable. Describen las esencias de las cosas, las realidades que están por detrás de las apariencias. El instrumentalismo es un convencionalismo extremo. Desde esta perspectiva las teorías no son verdaderas o falsas, sino instrumentos más o menos útiles para lograr determinados fines y, para los epicúreos esos fines no son otros que alcanzar la felicidad.
En Epicuro ambas posiciones se combinan de forma peculiar. A través de la primera línea de investigación se abordan los asuntos fundamentales, tales como los átomos, el vacío, su relación, etcétera. La segunda vía, la que admite varias versiones, trata de explicar los fenómenos celestes, los que versan sobre los solsticios, los ocasos, los eclipses, etcétera.



Comentario de texto:

Carta de Epicuro a Meneceo

“El pan y el agua dan el más elevado placer cuando se los procura uno que los necesita. En efecto, habituarse a un régimen de comidas sencillas y sin lujos es provechoso a la salud, hace al hombre desenvuelto frente a las urgencias inmediatas de la vida cotidiana, nos pone en mejor disposición de ánimo cuando a intervalos accedemos a los refinamientos y nos equipa intrépidos ante la fortuna.
Por tanto, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos o a los que residen en la disipación como creen algunos que ignoran o que no están de acuerdo o interpretan mal nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni estar perturbados en el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes ni los goces con mujeres y adolescentes, ni pescados y las demás cosas que una mesa suntuosa ofrece, engendran una vida feliz, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección y rechazo, y extirpa las falsas opiniones de las que procede la más grande perturbación que se apodera del alma.
Dentro de esto principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello la prudencia resulta algo más preciado incluso que la filosofía. De ella nacen las demás virtudes, porque enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir sensata, honesta, justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con placer. Las virtudes, pues, están unidas naturalmente al vivir placentero, y la vida placentera es inseparable de ellas.”

Este texto recoge magistralmente el concepto que tienen los epicúreos del placer. Se trata, en primer lugar de satisfacer las necesidades físicas del hombre, pero con moderación. Saciar el hambre y la sed con pan y agua proporciona de por sí placer. Comer manjares no lo aumenta y puede crear una necesidad aditiva que conturbe el espíritu. En el primer caso (saciar el hambre y la sed) estaríamos en lo que Epicuro llama deseos naturales necesarios; el segundo (comer manjares) corresponde en la clasificación epicúrea a los deseos naturales, no necesarios. No es que deban rechazarse pero conviene satisfacerlos con la ayuda de la prudencia. Ella nos guiará para evitar que el placer del presente se convierta en dolor en el futuro.
De la mano de esta virtud alcanzaremos la ataráxia, o lo que es lo mismo, una vida llena de paz y tranquilidad espiritual, objetivo último del sabio. Para ello cuenta con la filosofía de Epicuro. Este ansiado equilibrio interior es posible en parte gracias a la concepción epicúrea de la Física, que siendo no determinista, proporciona la libertad suficiente al hombre para actuar con responsabilidad moral.
Siguiendo con la clasificación de deseos que hizo Epicuro, tenemos un tercer tipo: corresponde a los no naturales ni necesarios. Estos no nacen de ninguna necesidad, sino de la vana opinión, como son el deseo de riquezas, honores, poder, etcétera. Son deseos generados por la cultura, la política y la vida social. Contra este tipo de deseos Epicuro propone la autarquía, que propugna vivir alejado de la ciudad, no intervenir en política, pero cumplir, no obstante con las leyes.
Precisamente, en la quiebra histórica de la Polis y en la inestabilidad de las formas políticas que la sucedieron (tal como se aludía al principio) creyó encontrar Epicuro la comprobación histórica de la validez de las conclusiones individualistas y apolíticas que se derivan necesariamente de su física y de su ética. En esta situación el sabio epicúreo se retira al jardín a vivir entre amigos y a estudiar filosofía.
Pues ésta es otra característica del epicureismo. La especial atención que dedican a la amistad. Ésta evita el aislamiento y garantiza el necesario apoyo, aunque será en el desinterés y no en la utilidad donde la amistad echará sus cimientos.

1º curso de Filosofía

Uned. Gijón

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