La crisis por la que atraviesa
el proyecto de la construcción de una Europa unida, no sólo económica, sino
también políticamente, nos afecta muy directamente a los ciudadanos, porque, en
un mundo globalizado como es el actual, las decisiones políticas o económicas
que se toman en EE UU repercuten en todo el globo y afectan a todos, de ahí la
necesidad de una Europa fuerte que hable con voz propia.
Por otra parte, el distanciamiento
entre la opinión ciudadana por un lado y las instituciones públicas y partidos
políticos por otro, que se evidenció en las consultas europeas de Francia y
Holanda ponen de manifiesto la necesidad de aplicar medidas tendentes a
corregir ambos problemas.
Tal como apuntan algunos
intelectuales, parece obvio que el tipo de medidas a tomar pasa por la puesta
en marcha de un ambicioso plan para comprometer a los europeos en un proceso de
reflexión y debate sobre la construcción europea. La iniciativa podría partir
de las autoridades regionales, pero debería implicar a la sociedad civil
(organizaciones culturales, asociaciones de estudiantes, sindicatos,
movimientos vecinales, empresarios locales, inmigrantes, intelectuales...)
Los debates deberían centrarse
en unos pocos temas básicos, tales como: el futuro del trabajo y el empleo; el
modelo económico más apropiado para Europa (el estadounidense liberal de
mercado o el europeo de economía social de mercado); definir los límites
geográficos de la unión Europea y cómo abordar la cuestión de la inmigración;
si es posible tener desarrollo sostenible y crecimiento económico al mismo
tiempo, etcétera.
Gijón, 24-07-2005
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