Aborda un comentarista habitual,
en su artículo ‘Liberalismo sexual’, publicado en este periódico el 26 de julio
pasado, un tema bastante espinoso: el análisis de la conducta sexual de los
ciudadanos.
No cabe duda que la opinión
sobre este tipo de comportamientos varía notoriamente según la posición
ideológica de la persona que emite el juicio. Así, para el propio autor del
artículo, con una estricta moral religiosa católica, determinadas conductas
sexuales, como las relaciones entre homosexuales, por poner un ejemplo de moda,
entran en el campo de lo que él llama ‘liberalismo moral’ y son moralmente
condenables. En cambio, para otra gente, como puede ser el escritor Mario
Vargas Llosa, por citar a una persona que representa la ideología liberal de
derechas, la actitud de la
Iglesia católica y del propio PP, condenando el matrimonio
entre homosexuales, es una aberración.
La mayoría de las personas de la
calle, entre las que me encuentro, suelen distinguir entre tolerancia y
libertinaje sexual. La primera englobaría los comportamientos habitualmente
aceptados en nuestras sociedades, tales como el uso de anticonceptivos,
relaciones heterosexuales dentro y fuera del matrimonio o entre personas del
mismo sexo, conductas todas ellas moralmente aceptables porque representan
justamente eso: una forma más de relación que tenemos los humanos. Por
libertinaje se entiende la prostitución infantil, pederastia, violaciones,
etcétera, y es condenable.
En todo caso, parece obvio que
existe una relación directa entre nivel cultural, nivel moral y comportamiento
sexual, de donde se deduce que las relaciones sexuales mejorarán si mejoramos
la cultura.
Gijón, 27-7-2005
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