Esperaba algún tipo de réplica a mi carta sobre el
endurecimiento de condenas a determinados delitos decretado por el Gobierno y,
efectivamente, ésta surgió el pasado 16 de enero con el título de “Cumplir
condenas”. La esperaba porque los criterios esgrimidos por el señor que la
firma, son los predominantes en nuestra sociedad. En realidad, sus argumentos
son la mejor muestra de lo que se ha dado en llamar el pensamiento único. Como
se sabe, este término surgió en la década pasada de la mano de los movimientos
antiglobalización en un intento por definir la realidad que cambiaba a
velocidad de vértigo a fin de comprenderla (el primero en usarlo fue Ignacio
Ramonet, director de “Le Monde Diplomatique”, fundador de ATTAC y uno de los
promotores del Foro Social Mundial de Porto Alegre) y alude a que la gran
mayoría de personas piensa según los esquemas mentales dictados por el neoliberalismo
económico imperante
Al pensamiento único también se le llama débil o
cero. Y pensamiento cero es el que confunde política con demagogia, el que cree
que la política y la economía mundiales están diseñadas por los Kim Jong II,
Castro, Saddam, etcétera, el que ignora que el Gobierno estadounidense se salta
el Estado de Derecho decretando la muerte (asesinato) de personas sin detención
y juicio previos, el que considera que la miseria de los países tercermundistas
se soluciona yendo allí a hacer no sé qué cosas (¿de misionero, con las ONGs,
tal vez?), el que sigue mentando a los comunistas como origen de todos los
males (estás un poco desfasado, hombre, ahora son los terroristas).
De todo esto se pueden sacar conclusiones
interesantes. Una de ellas, que salta a la vista, es el tremendo error que han
cometido las organizaciones sindicales y políticas de izquierdas. Me refiero a
haber perdido la batalla ideológica. La izquierda se quedó sin discurso, sin
proyecto ¿Cómo es posible que 14 años de gobierno del PSOE se hayan saldado con
este panorama cultural? Pero lo peor de todo esto es que no parecen darse por
enterados. No se ve reacción alguna en este sentido y siguen con su política
errática como pone de manifiesto ‘la última’ de nuestra alcaldesa que consiste
en consultar a los ciudadanos para que le den ideas a fin de elaborar el
proyecto político ¿Qué creerán que les vamos a decir?
En fin, creo que, si alguien no lo remedia, va a
suceder que tenía razón aquel seudofilósofo americano que vaticinó el final de
la historia.
Gijón, 24-1-2003
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