jueves, 14 de agosto de 2014

Aumentar las condenas


         No es con el ánimo de hacer reflexionar al señor que escribió la carta “Pueblo y cumplimiento de condenas”, publicada en esta sección con fecha 3 de enero por lo que escribo la presente réplica (creo que sería harto difícil), ni tampoco para debatir sobre si las condenas a prisión de los delincuentes han de hacerse con criterios de reinserción social o por afán de venganza, o, si el endurecimiento de las penas va a tener efectos disuasorios o no (no sabría), ni tan siquiera para tratar del manido tema del oportunismo de los políticos (¡qué buena ocasión!), sino el considerar que tiene razón en una afirmación que hace: la mayoría del pueblo español está de acuerdo con un endurecimiento de la condena para los terroristas.
       Que haya tanta unanimidad en querer aumentar las condenas para determinados delitos me parece lamentable, porque pone de manifiesto, en mi opinión, una penosa realidad: la mayoría de la sociedad permanece ajena al sufrimiento de miles de víctimas inocentes de la guerra, por ejemplo, o de millones de muertos por el hambre en el mundo, por lo que difícilmente se podrá remediar esto.
        ¿Qué relación hay entre una cosa y la otra? Muy fácil: los millones de víctimas inocentes lo son como consecuencia, fundamentalmente, de políticas perversas elaboradas y aplicadas por los dirigentes más poderosos de la Tierra (léase Bush, Aznar, Blair, Berlusconi, etc.) que, por muy demócratas que se consideren (y en cierto modo lo son porque están respaldados por mayorías), tienen mucho que ver en el asunto (no olvidemos que estamos en la era de la globalización). Hay suficientes recursos en el mundo como para poder vivir todos de manera digna, pero el egoísmo, la ambición, la ignorancia, etc. de unos (¿estaremos nosotros entre ellos?) lo impide.
         Si el autor de la mencionada carta se quitase, aunque sólo fuese por un momento, las orejeras que lleva puestas, podría ver otras realidades como, por ejemplo, la reflejada en el artículo que ese mismo día publicó este diario que, bajo el título ‘El fin del hambre’, firmaba Manuel Alcántara comentando el nombramiento de Lula como presidente de Brasil. Por si no lo leyó copio dos de sus frases: “Con su aire de capataz entusiasta (se refiere a Lula), ha identificado al enemigo, que no es otro que la miseria. Ella es la culpable, junto a la ignorancia y la crueldad, de todos los males corregibles del mundo. Un lugar destartalado donde reina la injusticia y el hábito de aceptarla”. “La pobreza extrema mata cada 24 horas a 100.000 personas, 4.167 cada hora, 70 cada minuto”.
       Quiero decir con esta carta que, sin dejar de mirar a los terroristas identificados, miremos también el origen de tanto dolor y sufrimiento en el mundo, que no es causado precisamente por esos terroristas.


                                                                       Gijón, 11-1-2003 

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