jueves, 7 de agosto de 2014

El culebrón casquista


El lamentable espectáculo al que estamos asistiendo en el seno del PP asturiano con motivo de la pretendida vuelta a la política de Cascos, pone de manifiesto a qué niveles de degradación de la misma hemos llegado. Se aclama a Cascos como a un salvador, un líder que sacará a Asturias de lo que sus partidarios consideran ideologías trasnochadas y partidistas (así llaman a las políticas que conciben al trabajo como un derecho o que tratan de recuperar la memoria histórica,  por ejemplo). Para esta gente la política es cosa de dirigentes, gestores brillantes que organizan y dirigen.
Pero esta forma de gobierno tiene más que ver con la tecnocracia (gobierno de los tecnócratas) que con la democracia (gobierno de los ciudadanos), y, que yo sepa, la apuesta que estamos haciendo es por esta última. Ésta parte del reconocimiento del pluralismo ideológico de la sociedad; no todos pensamos igual. Este reconocimiento nos obliga a una concurrencia de ideas o debate permanente para llegar a acuerdos que permitan la gobernabilidad sin excluir a nadie.
Es a través de los partidos políticos por donde se canaliza esta divergencia hasta los parlamentos, donde por mayorías o coaliciones se transforma en leyes que nos obligan a todos. Este sistema sitúa a los programas políticos como piezas centrales del mismo, ya que es por mediación de ellos como se establece la comunicación de los ciudadanos con la política. No es, pues, una cuestión de líderes más o menos carismáticos, sino de una concurrencia de ideas en la que participamos todos.


                                                    Gijón, 29-7-2010

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