Me siento casi obligado a
contestar a la carta de una ciudadana, que con el título “Enhorabuena” publicó
El Comercio en estas mismas páginas. Y es que no calificaría yo de capricho el
deseo de ciertos padres de enviar a sus hijos, contra viento y marea, a
colegios de su preferencia, pagados con el dinero de todos, sino de egoísmo. En
mi opinión, lo que muchos llaman libertad no es más que egoísmo. Es más, creo
que vivimos en la era, no de las libertades (pues éstas son para todos, y hay
personas que no pueden ni vivir), sino de los egoísmos. Si a esto unimos la
ignorancia y el desinterés generalizados por las cuestiones públicas (pongan
las excepciones que quieran e inclúyanse en ellas si así lo consideran), creo
que completaremos el cuadro que define nuestra sociedad. Una ignorancia que les
hace pensar a muchos que la democracia establece un código de valores y normas
acomodaticio a las necesidades de cada uno.
Este fenómeno es fácil de
explicar si tenemos en cuenta que desde las más altas instancias políticas y
mediáticas se está transmitiendo este pensamiento. Los gijoneses tenemos una
oportunidad de verificar esto que digo, viendo el documental, en cartelera
estos días, “Fahrenheit 9/11”. En él, su director, Michael Moore, explica
magistralmente cómo la defensa de intereses económicos particulares se hace
pasar por la defensa de las libertades y de la democracia.
Gijón, 4-8-2004
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