He recibido en días pasados la
lista con la oferta de actividades que propone la Asociación de Vecinos
de mi barrio. Comprende 14 o 15 talleres y todos ellos tienen un carácter
lúdico-práctico: bailes de salón, yoga, sevillanas, encaje de bolillos, danza
del vientre, parchís, cocina, dibujo, etcétera. No aparece ningún tema
cultural, entendido éste como disciplina que permita conocer mejor el mundo en
que vivimos.
Es evidente que esta oferta
obedece a la demanda de la gente. Es lo que se solicita. Sin embargo, llama la
atención que, con la que está cayendo, no haya interés en saber, por ejemplo,
qué motivó la crisis que estamos padeciendo, quienes fueron los responsables,
qué salidas tiene, etcétera. Máxime, si se tiene en cuenta que el sentimiento
más generalizado en la sociedad es el de desconfianza hacia los políticos para
resolver el conflicto. Desconfianza posiblemente justificada, pues no parece
que éstos vayan a resolver el asunto, al menos con el grado de satisfacción
deseado.
La conclusión que se puede sacar
de esta realidad es que quizá la asignatura que deberíamos demandar es aquella
que provoca rechazo a unos y, a juzgar por lo que se ve, indiferencia a los
más. Me refiero a la
Educación para la Ciudadanía. Y ello porque un sistema democrático
como el nuestro, para que resulte eficaz, exige la implicación de la ciudadanía
en los asuntos públicos. Precisamente, la bondad de la democracia es que
permite a los ciudadanos tomar parte en los temas que nos interesan a todos.
Mal podremos participar, si desconocemos la naturaleza de los problemas que nos
afectan, es decir, si no conocemos el mundo en que vivimos.
Gijón,
23-10-2010
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