Estamos asistiendo, una vez más,
a la contemplación de un drama humano. Éste, el bombardeo de Yugoslavia por la OTAN , es real. No se trata de
una ficción de las que vemos en las pantallas de nuestros cines: ‘Salvar al
soldado Rayan’, ‘La lista de Schindler’…. Aquí, nos consta, los muertos son de
verdad y los deportados lo pierden todo. Está en la línea de otros dramas:
bombardeo de Irak, Intifada palestina, tragedia kurda, integrismo árabe,
situación de las mujeres en Afganistán, terrorismo vasco, guerras y hambruna africanas,
desaparecidos en Sudamérica, excluidos de todas partes, etcétera.
Al que le quede un poco de
sensibilidad y de conciencia no puede menos que hacerse algunas preguntas y el
que sea tan ‘ingenuo’ que crea en la democracia buscará posicionarse ante estos
hechos. He aquí algunas reflexiones de partida. Primero la desinformación. ¿Qué
sabemos nosotros, los ciudadanos, de la historia de Yugoslavia? ¿Es realmente
Milosevic el malo, malísimo, de esta historia como se nos pretende hacer creer?
Segundo, ¿existe alguna duda sobre que en una guerra las víctimas son todas
inocentes? Tercero, ¿Quiénes son los responsables del ataque? Veamos algunos:
Clinton, ¿qué opinión nos merece su integridad moral? Aznar, ¿su inhibición a
la hora de dar explicaciones no evidencia una actitud servil ante los poderosos
de la Tierra ?
Solana, ¿qué opinión nos merece la trayectoria política de este personaje y la
de su partido sobre la OTAN
en particular y sobre el socialismo la clase obrera en general? Finalmente,
¿qué cabe hacer ante tanta tragedia? La respuesta a esta última pregunta podría
ser: primero ‘tragar’ nuestra frustración e impotencia y, segundo, asumir
nuestro compromiso con los valores de la democracia real. En teoría sólo desde
la participación responsable del pueblo en los asuntos públicos se podrá acabar
con tanto disparate y tanto despropósito.
Gijón, 11-4-1999
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